NO A LOS METE MIEDOS
Cuando en el mundo se ha presentado la variante Ómicron, una forma contagiosa, pero leve de la pandemia, parecería que hemos entrado en el tiempo de los enfermos imaginarios, de los hipocondríacos.
Los indicadores se dan por el abuso en la demanda de los test y la consiguiente escasez, por síntomas como la congestión nasal y la tos que lleva a sospechar del contagio de covid-19 y la consabida alarma.
Es obvio que el coronavirus NO se puede detener de forma súbita, como por arte de magia y con las medidas como la vacuna, la mascarilla, el distanciamiento físico y los hábitos de aseo, son de hecho las mejores prácticas para sobrellevar este momento pandémico, que se expandirá de manera natural, disminuido en su virulencia y convivirá con los seres humanos como tantas otras enfermedades virales.
Sin embargo, este fenómeno natural parece más un espectáculo teatral, que genera bandos fanáticos, unos que buscan aislarse y esperan las siguientes dosis de vacunas, reivindican los controles y las restricciones impuestas por el estado, el trabajo online o los profesores y padres de familia que presionan para evitar las clases presenciales.






