EL LUJO DE TENER SECRETOS

EL LUJO DE TENER SECRETOS

EL LUJO DE TENER SECRETOS

Qué grato resulta haber podido cometer algunos pecados cuando no había dispositivos móviles, ni internet, ni redes sociales que los hagan visibles.

¿Imagínate cual sería nuestra reputación si algunas de nuestras correrías de juventud se hubiesen conocido y difundido por las redes sociales, como se hace hoy?

De nosotros los viejos solo se podrían sospechar de amores furtivos, de brindis interminables, de noches vehementes, de amistades disonantes.

Por el contrario, en la contemporaneidad, todo puede y es público, nada parece escapar a los lentes de cualquier celular o de las cámaras de las vías, los edificios, de las casas, de las calles, de cualquier parte, por lo tanto, sería poco probable que se pudiesen mantener en secreto los amores furtivos, los brindis interminables, las noches vehementes o las amistades disonantes.

Ahora es posible saber tanto de un incidente, porque se pueden tener tantas y tantas versiones, que ayudan a identificar a las víctimas y a los victimarios, en los accidentes se pueden determinar causas, librar de culpas o de sentenciar de forma pública a los culpables, en los deslices se pueden dar pelos y señales, entradas y salidas, visitas seudo clandestinas, todo en tiempo presente.

Ahora ya no se necesitan testigos que testifiquen a favor o en contra, testimonios bajo juramento, ahora parecen bastar y sobrar las imágenes o los videos.

En lo particular no acaba de gustarme el ser observado todo el tiempo, ni poder marcar los límites entre lo privado y lo público, sin que me pidan mi autorización y sin saber de dónde viene el ojo que todo lo ve y que todo lo sabe.

No sé cuál debería ser la línea roja que demarque cuando un acto lícito para al campo de lo lícito o atenta contra lo ético y lo moral, hasta dónde deben estar los ojos que captan imágenes y movimientos de cualquier persona y en cualquier lugar.

Yo vengo del tiempo donde era posible haber podido cometer algunos pecados, deslices o actos que ahora pudiesen entrar en la viralidad y que esas fechorías leves o graves puedan y deban pertenecer al dominio de lo personal y privado.

Entonces yo pertenezco a ese selecto grupo de personas (y cada vez menos) que pueden darse el lujo de poseer una información personal, secreta, desconocida, privada, que no tendrá fecha para la desclasificación de los hechos que podrían acalorar el ánimo de alguien y eso me hace feliz, muy feliz.

 

Jorge Mora Varela

 

 

La playa dónde al morir la poeta nació Alfonsina y el mar

La playa dónde al morir la poeta nació Alfonsina y el mar

Tenía la oportunidad de ir al océano Atlántico, en dónde por primera vez en mi vida podría observar cómo empieza el día cuando el sol nace desde el mar, la posibilidad de observar este hecho natural me llenaba de emoción, pues yo vengo desde el lado del mundo dónde el sol muere en el océano para que llegue la noche.

Me sentía como niño que quería dormir pronto para observar algo que nunca había visto “el nacimiento del día que nace desde el mar”, como un regalo que me daba la vida en mis años otoñales.

amanecer en Mar del Plata b

Como en las mejores películas de drama: amaneció y la neblina acompañada de una ruidosa tormenta no permitía ver nada. En el segundo amanecer apenas el filo del mar y las escolleras que rompían la monotonía del mar gris.

CON ELLA NO TE METAS

Amigos, los invito a disfrutar de una historia del realismo mágico carchense

 

CON ELLA NO TE METAS

 El y ella

Parecía una sentencia que pretendería salvar a alguien de un acto peligroso, de una posible agresión o de una potencial afrenta.

Sin embargo, solo era la posición defensiva de los chicos del tradicional barrio, que, a su manera pretendían tener la exclusiva para poder cortejar a una hermosa mujer que, por esos años en ella brotaba su belleza como una flor de primavera.

Entonces cualquier afuereño era un enemigo potencial, que podría llevarse a una de las “suyas”, la más hermosa y ellos no lo podían permitir.

Entonces, ante la invasión a los feudos del barrio de un joven extraño que buscaba la mirada,  la sonrisa, el pensamiento nocturno e inquietante en el lecho la joven mujer, la sentencia estaba dada.

Esta llamada me llevó a mirarme en el espejo

Esta llamada me llevó a mirarme en el espejo

Hace unos minutos recibí una llamada de un número desconocido a mi teléfono, la persona que me identifica por mi nombre y me ofrece visitarme para ofrecerme los servicios exequiales del “Campo Santo Monteolívo”…

No pude detener la carcajada….

Pero por si acaso fui a mirarme en el espejo y claro que han pasado los años, pero todavía no voy a colgar los guayos

No es la primera llamada sui géneris que recibo, además de los infaltables planes de medicina prepagada, seguros de vida, planes de ahorro, inversiones, de telefonía celular, tarjetas de crédito, premios de consumo “sin ningún compromiso”, o de las ventas de electrodomésticos, las infaltables ollas carísimas o de servicios de mantenimiento de los electrodomésticos que ya no tengo.

El páramo de El Ángel

El hombre viejo que iba en el asiento trasero del Jeep comentó con voz apagada: “Nunca fuimos muy inteligentes para tratar al páramo”.

 

El páramo de El Ángel

 

El tiempo pasa y se nota cuando los superhéroes de nuestra infancia, nuestros padres, tíos y sus amigos envejecen, se encorvan, se encogen, se vuelven lentos, silenciosos, taciturnos y tristes.

Parecía una gran idea, llevar a nuestro padre desde Tulcán hasta El Ángel, por el camino viejo, que va por el páramo, para aprovechar las bondades del flamante Jeep del cual queríamos hacer gala, llevarlo a “Chalpatán”, pasar por “el Pirlao”, “la quebrada de Piedras”, las lagunas del “Voladero”, ver de lejos “la finca del Carlos”, asomarnos a Chabayán, la Libertad, bajar a El Ángel, ver los frailejones en su esplendor y embellecer el domingo, por los caminos de la infancia de papá.

Paramo Angel