EL CARNAVAL EL JUEGO QUE RAYA ENTRE LA AGRESIÓN Y EL EROTISMO
A los tiempos habíamos podido observar las hordas de jóvenes estudiantes empapados, pintarrajeados, con la atención a tope, para huir de las autoridades de sus colegios y de la policía que buscaban capturarlos para meterlos en cintura, para aplicarles el reglamento, para bajarles la nota de conducta.
El juego consistía en mojarse en nuestros propios colegios, enseguida buscar en su establecimiento a la joven que desde hace tiempo se había robado nuestros sueños, llegar hasta ella, mirarla, mojarla con agua y en ello acariciarla, para luego huir y atesorar esas gestas de felicidad carnavalesca.
Por supuesto había que retrotraerse en el tiempo, cuando para nosotros también el juego de carnaval rayaba entre la agresión y el erotismo.
Pactados de forma tácita entre los jóvenes de los colegios masculinos y las muchachas de los femeninos. Los estudiantes hombres teníamos que ganarle a la madrugada y a las autoridades, que cuando llegaban el juego ya había comenzado y de hecho desbordaba cualquier viso de control, entonces empezaba la caminata hacia la sede de los colegios de mujeres entre cánticos, raciones ingentes de agua y la esperanza de mirar a la mujer que nos había robado el sueño, para hacer del carnaval un juego que rayaba entre la agresión y el erotismo.