Del baúl de los recuerdos del Realismo Mágico Carchense, los invito a disfrutar de:
PERO TENGA LA CUCHARITA
Una historia con cuyes, hornado y papas.
Mi padre fue uno de los invitados a la celebración que organizaron unos amigos cercanos con motivo del grado académico de uno de los chicos amigo de la casa. En la ceremonia hubo un brindis con un espumante importado y luego brindaron unos bocaditos mientras las personas charlaban de pie.
En el espacio de unos cuantos minutos, mi padre perdió su alegría y permaneció en un mutis incómodo por el tiempo de celebración. Luego de un par de horas se cerró el evento y entonces nos despedimos y cada uno se metió en su vehículo y desaparecimos en medio de un laser de luces de la gran ciudad.
Mi padre exclamó como una forma de alivio: que bueno que se acabó esta vaina, ¡las de mi pueblo eran celebraciones!
Pase compadre, siga por favor, pase, primero tómese unita y siéntase en su casa.
Entonces entre la música bailable que salía de la radiola empotrada en el mueble de madera matizada entre unita y otrita del licor de la tierra, se disfrutaba del baile alegre de los hombres y las mujeres, mientras los abuelos y los niños dormitaban sobre las sillas, llegaba la hora de comer.