PERO TENGA LA CUCHARITA

Del baúl de los recuerdos del Realismo Mágico Carchense, los invito a disfrutar de:

 

PERO TENGA LA CUCHARITA

 

Una historia con cuyes, hornado y papas.

Mi padre fue uno de los invitados a la celebración que organizaron unos amigos cercanos con motivo del grado académico de uno de los chicos amigo de la casa. En la ceremonia hubo un brindis con un espumante importado y luego brindaron unos bocaditos mientras las personas charlaban de pie.

En el espacio de unos cuantos minutos, mi padre perdió su alegría y permaneció en un mutis incómodo por el tiempo de celebración. Luego de un par de horas se cerró el evento y entonces nos despedimos y cada uno se metió en su vehículo y desaparecimos en medio de un laser de luces de la gran ciudad.

Mi padre exclamó como una forma de alivio: que bueno que se acabó esta vaina, ¡las de mi pueblo eran celebraciones!

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Pase compadre, siga por favor, pase, primero tómese unita y siéntase en su casa.

Entonces entre la música bailable que salía de la radiola empotrada en el mueble de madera matizada entre unita y otrita del licor de la tierra, se disfrutaba del baile alegre de los hombres y las mujeres, mientras los abuelos y los niños dormitaban sobre las sillas, llegaba la hora de comer.

PURO JANCHE

Desde el baúl de los recuerdos en el maravilloso realismo mágico carchense los invito a leer:

PURO JANCHE

“Puro janche” te han dado en el costal de carbón, gritaba mi abuela.

Ándate al mercado y dile al que te vendió que te lo cambie por otro.

Es que desde que la abuela me mandaba al mercado a comprar el carbón, me lo temía.

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Me daba el 1.40, entonces me iba para arriba en el pueblo, llegaba al mercado y en una especie “de tin marín de do pingüé” y dónde el azar lo indicaba compraba el costal de carbón, le pagaba el 1.20 sucres a la vendedora del mercado, luego contrataba al señor que lo cargaba y lo llevaba a casa por 20 centavos y cruzaba los dedos, para que a la abuela quedase tranquila.

Nos enamoramos de la profesora de la escuela "11 de abril"

NOS ENAMORAMOS DE LA PROFESORA DE LA ESCUELA “11 DE ABRIL”

En Tulcán, conocí la noticia de que la Escuela “11 de Abril”, donde compartí seis años de mi vida estaba abandonada y que los alumnos se fusionaron con la Escuela Cristóbal Colón.

LaProfeEscuelaEn esa escuela hay muchos recuerdos y unos que perduran son los de mi profesora que muchos alumnos de ese centro educativo se van a identificar.

Este es un relato que guarda memoria y nostalgia.

Su verdadero nombre está oculto en mi corazón.

La profesora Rosita María abrió la puerta del aula escolar; los niños guardamos un silencio sepulcral.

Recorrió el camino hasta su escritorio mientras sus tacones sonaban, tac, tac, tac. Separó su caja de maquillaje y ocultó su cartera café en el cajón de su escritorio.

Todos, con la boca abierta, la miramos detenidamente. Tomó su lápiz labial, pintó su boca despacio, resaltando sus formas, y luego nos tomó lista con su pintalabios, apuntándonos como si fuera una metralleta. Nos enamoró a treinta niños de seis años.

Fue a primera vista; todos encantados con su voz, su mirada, su piel, el cabello, y su dulzura.

El páramo

 El páramo

 

LagunasVerdes

El viento, caminante sereno, dibuja la ruta que baja desde la montaña, el frio trenzado de su aliento corta cada molécula de calor, los dos marcan su territorio en las faldas del cerro, los dos se mueven cual danza divina entre los altos y milenarios “frailes”. ¡Sí!, esos monjes sigilosos guardianes de las alturas, del lugar en donde se está cerca de Dios.

¡Sí!, no hay más, tuvo que ser él quien los engendró en esta tierra agudamente oscura, olor de azufre, fuego en sus entrañas, hielo en su envoltura.

UN TIPO AFORTUNADO

Amigos los invito a disfrutar la historia del mundo de Simón

UN TIPO AFORTUNADO

 

Mi vida en particular tuvo un devenir imprevisible, atípico y de hecho difícil, por la muerte imprevista y prematura de mi padre; yo, el mayor de cinco hermanos y con ocho años de edad, puse sobre mis brazos y mis hombros la responsabilidad autoimpuesta de madurar a la mayor velocidad posible, esa mañana, cuando ni siquiera podía dimensionar el significado de la ausencia repentina y definitiva de mi progenitor.

La clave era crecer y hacerlo de prisa, para ponerme a trabajar, para aliviar la carga de mi madre y el resultado fue que esos años, los de la niñez, pubertad y adolescencia sin la presencia física de mi padre, solo tenía el objetivo de alcanzar la autonomía económica que da el trabajo.

Y así fue, esos tiempos fueron años grises vividos con premura, llenos de urgencias afectivas y económicas, pero llegó el día que pude acceder al mundo del trabajo y la vida volvió a su cauce normal, solo que el costo fue el haber vivido “en blanco y negro” y de manera acelerada esos años de la niñez, pubertad y adolescencia signados por la orfandad paterna.

Ya en el mundo del trabajo y con un ingreso constante, una tarde afortunada, llegué a la Parroquia la Dolorosa de la Ciudad de Tulcán y con ello encontré el marco de referencia para mi vida y con ello llegaron mis mejores amigos y ese fue uno de los giros copernicanos, así, como la llegada a mi vida de Mirta, mi compañera de vida y con ella la alegría de los hijos, migrar a la gran ciudad, la universidad y sus posibilidades en todos los órdenes, la casa de campo y la llegada a mi vida de Simón.

Simón

Y este hecho, la llegada de este pequeño inquieto y travieso, tuvo un efecto reparador y significante, cuando esta criatura que estaba destinada a ser el guardián de la casa, tuvo un aliado inesperado, un aguacero infernal, que inundó su precaria vivienda y en ese momento Simón entró a mi corazón.