Historia de amor
El último acontecimiento fue doloroso y definitivo, sin embargo, la actitud y la posición de ella fue incuestionable.
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Una tarde los esposos fueron al cine a ver una película cualquiera, la historia de amor de una pareja que al llegar el otoño de la vida y con el nido vacío, decidieron hacer el viaje de sus sueños y como en Hollywood los sueños se cumplen, la pareja pudo disfrutar de los placeres que dan los trayectos lejanos, desconocidos y repletos de aventuras.
Al salir de la función de cine y mientras llegaban al parque principal de la pequeña ciudad, el hombre, dijo mientras la miraba con ternura a su esposa:
- Rosita, hemos trabajado toda la vida, desde hace medio siglo, cuando le tome de la mano, era usted casi una niña y escapamos de la casa de sus padres.
Construimos nuestra vida juntos, iniciamos una familia, educamos a nuestros hijos, tenemos nuestra casa y hemos sido felices aquí, siempre aquí.
- ¿Y si nos vamos de viaje?
- No…, me da miedo,
- ¿Sería cómo cuando iniciamos nuestra vida juntos?
- Pero éramos jóvenes,
- Recuerda que llegar hasta aquí viajamos por casi dos semanas.
- Pero ahora me da miedo…, ¿a dónde iríamos?
- No lo sé…, ¿A la plaza Garibaldi?, ¿A visitar a la Virgen de Guadalupe?, ¿A la casa de María Félix?
Los esposos, vivían solos, sus hijos tenían sus propios hogares… y tomados de la mano comenzaron a pensar, a soñar, aunque el miedo amenazaba con vencerlos.
Tomaron contacto con una amiga de uno de sus hijas que trabajaba en una agencia de viajes y con la promesa de guardar discreción respecto a sus planes, empezaron a planear su aventura, destino, costos, requisitos, formas de financiamiento.
- No sabía que era tan complejo, tantas cosas, pasaporte, visa, fondos suficientes, seguro médico, pero bueno.
- Con usted me siento tranquila susurró mientras le sonreía,
- Cómo cuando nos escapamos hace tantos años.
La tercera edad tiene sus ventajas, rapidez en los trámites, descuentos, atención preferencial; solo nos hace falta el seguro de viaje y requerimos un certificado médico.
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El rostro de él estaba desencajado:
- Está seguro doctor, pero si no tengo ningún síntoma.
- Sin embargo, el último examen específico es definitivo, usted tiene una enfermedad silenciosa y está en estado terminal.
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Esta circunstancia cambió todo, la vida para él llegaba a su fin, no de la manera esperada, más lenta, quizá más natural, pero tenía una dolencia inexpresiva y final.
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Como si de repente la curva de la vida se habría vuelto cuesta abajo, el hombre entró en una franca decadencia y ya con escenarios de dolor físico, pasaba junto a su Rosita, charlaban largas tardes, lo hacían con serenidad y no era extraño verlos sonreír mientras se tomaban de la mano.
Una tarde, él la miró y esbozó una débil sonrisa, dio un largo suspiro y se marchó.
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Pasaron los días, quizá unos cuantos meses desde la muerte del hombre y a Rosita parecía que se le habían terminado las palabras, solo permanecía en silencio y con la mirada puesta a lo lejos. Una de sus hijas, intentaba animarla, sacarla de su estado de letargo y le mencionó de los planes de viaje que tenía con su compañero y que su amiga de la agencia de viajes le había contado a pesar de haberle pedido discreción.
- Tienes los boletos comprados y se puede reprogramar el viaje y podrías hacerlo con la compañía que tú quieras le insinuó.
Rosita respondió de forma tranquila, pero incuestionable:
Hace muchísimos años, me fui con tu padre cuando yo era casi una niña y el viaje con el que habíamos soñado hace tan pocos días, ¡lo voy a hacer con él!
Y así fue, ella se apagó de forma rápida y tranquila, solo que antes de dejar escapar su último suspiro pronunció el nombre de su esposo, lo hizo con una sonrisa y se marchó.
Fin
Jorge Mora Varela
Imagen tomada de: Freepik