LA POLÍTICA Y LOS POLÍTICOS

LA POLÍTICA Y LOS POLÍTICOS

Para algunas personas la política es una actividad sugerente como la comedia de Dante, que los puede llevar al paraíso, al purgatorio o al mismísimo infierno.

Para estas damas y caballeros, aventureros del hecho político, el riesgo vale la pena; para ellos es una promesa determinante, porque saben que esta actividad incierta, los puede colocar en los monumentos de los parterres y los parques de sus ciudades, en la lista Forbes (la revista donde se publica la lista de las personas más ricas del mundo y dónde NO importa el origen de la riqueza), en exilio, en una tumba o en la cárcel.

 

Pueden ser parte de los referentes de los pueblos y meterse en los libros y en los diccionarios o formar parte de los más potentes del mundo de las finanzas y el poder político o ser parte de la lista de los super villanos en la cárcel o aparecer como fugitivos fuera del alcance de la escuálida justicia de sus países, disfrutar del privilegio del arresto domiciliario o ser portadores del grillete de vigilancia electrónica, que algunos lo llevan como subvenir decorativo.

El diccionario dice que la política es la actividad o arte de gobernar un estado o una comunidad. Es la actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos.

De hecho, es la ciencia y arte de gobernar, que trata de la organización y administración de un estado (grupo de ciudadanos), en sus asuntos interiores y exteriores, para alcanzar un fin determinado. Es la actividad de los que rigen o manejan los asuntos públicos.

Para algunos es una aventura que debe ser vivida, una obligación cívica, patriótica, un imperativo de vida, una suerte de lotería, entonces se arriesgan y van a la conquista del poder, entonces se rodean de estrategas, de asesores, de recursos financieros, tecnológicos o de alianzas políticas estratégicas.

Otros más limitados o ingenuos buscan la protección divina y se arman de amuletos o caminan con biblias, crucifijos por delante y se hincan, se persignan, juran y perjuran. Otros van tras el poder e invocan la protección de los espíritus ancestrales para que los proteja y les regale la buena suerte para incursionar en una especie de campo minado que les promete un paraíso de poder, de influencias de dinero, de reconocimiento, aunque el riesgo es el fracaso, la cárcel, el repudio, la muerte o el olvido.

De hecho, algunos triunfan y llegan a su meta y a veces terminan con sus rostros con los que decoran los parterres de las avenidas o sus parques de sus pueblos o ciudades, otros mueren en el intento o terminan mal heridos, otros terminan estropeados, vilipendiados o sentenciados y con su reputación deforme y vergonzante u otros terminan en el olvido.

La política y el poder nacieron con la civilización, bien o mal permite la convivencia humana de las comunidades, de los pueblos, de las ciudades o de los estados. Sin la política, NO es posible la convivencia razonable entre los seres humanos que deben vivir juntos en ciudades, en barrios, en provincias o en países y aunque el hecho político sea conflictivo y conflictuante y a pesar de los siglos de cuestionamiento al poder, al gobierno, a los gobernantes y a los gobernados.

La organización política de los pueblos parece ser la única posibilidad de mantener la civilización en términos que garantice la vida, aunque en su aplicación se desarrollen tantos modelos, algunos deseables, otros curiosos, algunos infunden miedo y temor, otros vergonzantes y uno que otro risible.

Así es el mundo y el hecho político de cual en apariencia NO podemos escapar.

 

Jorge Mora Varela.