EL JUEGO SUCIO DE LA POLÍTICA

EL JUEGO SUCIO DE LA POLÍTICA

En el juego de la política, parecería que la clave para conquistar el poder es tener la capacidad para deformar, tergiversar, enlodar y satanizar la figura de los adversarios.

Entonces el combate político se convierte en un juego que consiste en desfigurar al contrincante hasta hacerlo insoportable.

Al parecer no entran en el debate las ideas, los programas, las propuestas que al parecer no le importan a nadie, porque el morbo ciudadano exige un circo maloliente, desagradable y de mal gusto.

Se podría pensar que en el juego electoral, NO importan las ideas ni la capacidad para debatirlas, confrontarlas, enriquecer las propuestas, para nada. La idea parece ser demostrar que el otro es el peor de la historia y funciona.

 

La primera vez que escuché  la famosa frasecita fué en los lejanos 60s del siglo XX, el peor de la historia endilgado al hacendado Galo Plaza Lasso y durante los siguientes años, han sido una cadena interminable e insoportable de palabras hirientes para estigmatizar, desprestigiar y degradar con la intención de censurar, minimizar y ridiculizar las acciones del otro, creándole una imagen de personaje de la peor calaña, protagonizada por los aspirantes al poder, que para conquistarlo han recurrido con frecuencia a la estrategia de denunciar, al más ladrón, al delincuente más ladino, al traidor, al vende patria, al tonto, al incapaz, al títere.

Y aunque me resulta difícil aceptarlo, funciona, al menos en el Ecuador tiene garantizada la eficacia, en este país donde en apariencia las justas electorales terminan entre delincuentes, entre mentirosos, entre traidores, incapaces y la elección se justifica en decantarse por el mal menor.

No obstante, algunos esfuerzos para dignificar el juego político, por ejemplo, por los organizadores de los debates que intentan que los aspirantes al poder olviden por un instante sus estrategias deleznables y descubran y socialicen sus planes y programas, si es que los tienen o que improvisen.

Porque la historia demuestra que algunos llegaron al poder y al día siguiente fueron un manojo de improvisaciones que llevaron al país a la deriva y recurrieron con frecuencia a reinventar la patria (eso explicaría 20 constituciones en 200 años de vida republicana, una cada 10 años) o a caer manos de los carroñeros de la política que siempre están sobre los aleros de los tejados vecinos a Carondelet, para apoderarse de los espacios que no pudieron llenar los elegidos.

Me encantaría que alguna vez en mi país el juego de la política sea lo que debe ser, un juego de propuestas entre diferentes y no una pelea entre” impreparados e impresentables” que recurren al juego sucio para vencer.

 

Jorge Mora Varela