Jorge Mora Varela, presenta:
La segunda parte de una encantadora historia del realismo mágico carchense, del baúl de los recuerdos de Julio César Rosero Mora.
JULIO Y EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA CLEMENTE YEROVI INDABURO
“No podía aceptar el ofrecimiento del Presidente de la República, pero a cambio quería pedirle algo más importante”
El brindis del primer toro de la tarde realizado por el torero español Santiago Martín “El Viti”, al niño desconocido la tarde del 06 de diciembre de 1965, le permitió a la sociedad quiteña conocer a través de la primera plana del vespertino Ultimas Noticias a Julio César Rosero Mora, el niño artista que había pintado con maestría la imagen del Cordobés.
Muchas personas tenían curiosidad por saber el origen de aquel simpático muchacho, de contextura delgada, esbelto, de grandes ojos azules, vivaz, extrovertido, todos querían preguntarle ¿quién era?, ¿de dónde había venido?, ¿porque el matador español le había brindado la muerte del toro?, todo en medio de un tumulto, en un mar de voces, música y colores que amenazaba con desbordarlo, hasta que acudió hacia él la figura de un padre franciscano, quien lo protegió y lo llevó hasta un lugar tranquilo.
Hola pequeño, le dijo, soy el Padre Francisco Fernández, de alguna forma el responsable de este desorden de fiesta, de música y de toros; hola respondió el jovenzuelo, Soy Julio, yo solo quería entregarle mi cuadro al Cordobés.
El sacerdote le ofreció al joven un espacio en el Convento de los Franciscanos y Julio pudo conocer las maravillas que podía ofrecer la franciscana ciudad colonial, con la ayuda de su nuevo amigo el Padre Francisco Fernández, quien puso a la disposición del muchacho un espacio para qué el pudiese visitarlos cuando guste.