Hace unos cuantos días, recibí una llamada telefónica y con ella la invitación para participar de un evento para celebrar el 15° aniversario de un emprendimiento ciento por ciento ecuatoriano y con presencia creciente en el mundo.
YADIRA Y LOS ESTUDIANTES INOLVIDABLES
Luego de cuarenta años de docencia, debo reconocer que los encuentros entre el ser humano que ejerce la docencia y los estudiantes que llegan a las aulas de clases, es un hecho circunstancial, que bien podría entrar en el juego de las probabilidades y el azar.
Este juego de coincidencias ha hecho que cada inicio de un período de clases, tenga la oportunidad de observar con detenimiento a un sinnúmero de jóvenes que van en pos de una serie de anhelos particulares.
¿Un título?, ¿una profesión?, ¿una manera de enfrentar la vida?, ¿un pasatiempo?, ¿una obligación incómoda?, ¿una oportunidad?
Entran a clases y han puesto a prueba mi capacidad de asombro: algunos lo hacen ¡con determinación!, ¡con ilusión!, ¡en cámara lenta!, ¡con seguridad!, ¡con apatía!, ¡listos para aprender!, ¡entretenidos con sus dispositivos móviles!, ¡en plan de conquista amorosa!, ¡ocupados en asuntos de su particular interés!, ¡siempre y a tiempo!, ¡lo menos posible!
Y que buscan entre otras cosas: ¡aprender!, ¡responder como lo espera el docente!, ¡para que pase el tiempo de prisa!, ¡un espacio para tomar agua y complacer a la vejiga a la mínima insinuación de la necesidad biológica!, ¡poder hacer cuatro, cinco o más cosas a la vez en medio de una multitud de distractores y de intereses!, ¡buenas notas!, ¡aprobar sin aprender!, ¡lograr respuestas válidas para la vida!, ¡llenar formas, test y formularios!, ¡jugar al tono de la universidad!. Insisto, han puesto a prueba mi capacidad de asombro.