La Biblioteca de Tulcán

La Biblioteca de Tulcán

En 1894 el Concejo Municipal discutía la necesidad de que en la ciudad existiese una biblioteca pública; puesto que las había únicamente particulares.

Tras la discusión del proyecto en varias sesiones, la revisión del presupuesto y la elaboración del reglamento que regiría dicho departamento municipal, en mayo de 1896 se inauguró la Biblioteca Municipal en uno de los salones del edificio.

Obra que fuera posible gracias al empeño que el gobernador de entonces, Don Luciano Coral, invirtiera en recopilar documentos bibliográficos y libros de autores tanto nacionales como internacionales.

La Libertad en el parque principal de Tulcán

La Libertad en el parque principal de Tulcán

 

La plaza de la Independencia es uno de los lugares más importantes de la ciudad, no solamente porque está rodeada de las Instituciones Públicas relevantes de la jurisdicción, sino, porque es uno de los lugares más antiguos de Tulcán y ha sido escenario de las actividades sociales cotidianas que caracterizaron y caracterizan a la población del norte del País.

Esta plaza fue albergue del patíbulo, plaza de mercado, gallera, patio de prácticas para el ejército, campo de batalla, entre muchas otras funciones que le dieran los tulcaneños a lo largo de aproximadamente 300 años.

De datos aportados por Alejandro Mera en su Monografía de Tulcán, podemos deducir que la ciudad se pobló desde las primeras décadas del siglo XVII. Sin embargo en los registros de la Curia se cita como tal desde 1691. Para entonces la plaza principal era el sector central de la urbe, la ciudad se extendía desde allí hacia la loma de Santiago por las calles de “Trás de la Iglesia” (Olmedo) y la calle de la “Plazuela” (Sucre). En los registros históricos consta que las casas a su alrededor eran escasas hasta dos siglos después.

La plaza principal dejó de llamarse así a partir del 6 de enero de 1919, fecha en la que se inauguró la estatua de La Libertad, colocada en su pedestal en diciembre de 1918.

“La Universidad y El Drake”

“LA UNIVERSIDAD Y EL DRAKE”

He tomado de la memoria de algunos tulcaneños la historia de una de las primeras cafeterías peculiares que tenía nuestra ciudad, si tú la recuerdas por favor haz un comentario.

Para todos aquellos que durante las primeras décadas del siglo XX escucharon hablar de la universidad en Tulcán, no tenían más que rememorar a dos importantes damas de la localidad hábiles en el arte de servir un buen café.

El café que en aquella época debía tostarse, molerse y colarse para poder ser consumido, era la especialidad de “Las Garrido”. Claro que cuando se arribaba a su cafetería se tenía que precisar si se tomaría con pambazo o como Drake; pero jamás mezclado con leche.

Un Paisaje Tradicional

Un Paisaje Tradicional

Casas de adobe, carrizo y paja. Típicas construcciones del norte ecuatoriano. Escenarios de un convivir afable y silencioso. Las moradas antiguas se caracterizaban por tener amplias salas con poca luz, al llegar la mañana se abrían las puertas y ventanas de madera para que se iluminaran los aposentos. Los biombos de madera y tela eran las exposiciones al público que en cada hogar cubrían el espacio que dejaban las puertas abiertas, como para mantener la intimidad del hogar.

La cocina era el aposento estrella de los hogares tulcaneños, los hornos de leña y los fogones permitían la elaboración del pan y cuyes asados. Las tardes de frío se superaban en la cocina de la casa. El olor de las casas pajizas era un aroma inconfundible a leña y pan recién horneado. El agua de panela con quesillo o el café en leche se servían en hermosas tazas de hierro enlozado. Nadie dejaba de comer un pambazo con queso amasado o tortillas de tiesto.

San Vicente y El Rosal eran aeropuertos improvisados

 

San Vicente y El Rosal eran aeropuertos improvisados

A inicios del siglo XX en el Ecuador se habían realizado ya vuelos aéreos, tanto en Quito como en Guayaquil los aerostatos (globos) sobrevolaron en distintas ocasiones el cielo; pero mirar volar un avión, era algo novísimo.

El Club Guayas de Tiro y Aviación, integrado por un grupo de jóvenes decididos a explorar el cielo e incursionar en la aviación, envió a Cosme Renella a prepararse como piloto a Italia en 1912; al mismo tiempo que el chileno Eduardo Molina Lawin visitaba nuestro país a bordo del primer avión que miraran los guayaquileños.

Cosme Renella regresó al país en enero de 1913 como piloto civil e hizo traer hasta acá un avión al que denominaron Patria I, el cual después de tres pequeños vuelos, dos de ellos desafortunados, fue embodegado por quedar inútil.