NO A LOS METE MIEDOS

NO A LOS METE MIEDOS

Cuando en el mundo se ha presentado la variante Ómicron, una forma contagiosa, pero leve de la pandemia, parecería que hemos entrado en el tiempo de los enfermos imaginarios, de los hipocondríacos.

Los indicadores se dan por el abuso en la demanda de los test y la consiguiente escasez, por síntomas como la congestión nasal y la tos que lleva a sospechar del contagio de covid-19 y la consabida alarma.

Es obvio que el coronavirus NO se puede detener de forma súbita, como por arte de magia y con las medidas como la vacuna, la mascarilla, el distanciamiento físico y los hábitos de aseo, son de hecho las mejores prácticas para sobrellevar este momento pandémico, que se expandirá de manera natural, disminuido en su virulencia y convivirá con los seres humanos como tantas otras enfermedades virales.

Sin embargo, este fenómeno natural parece más un espectáculo teatral, que genera bandos fanáticos, unos que buscan aislarse y esperan las siguientes dosis de vacunas, reivindican los controles y las restricciones impuestas por el estado, el trabajo online o los profesores y padres de familia que presionan para evitar las clases presenciales.

Otros que reclaman la libertad para decidir si vacunarse o no y el rechazo o a cualquier tipo de control o de limitación respecto a su posibilidad de movilizarse y que han encontrado en el tenista serbio Novak Djokovic el ícono de sus luchas y aspiraciones.

Todo esto, abonado por una enorme cantidad de “expertos en pandemias”, agoreros de catástrofes, al que los medios de comunicación les han abierto las puertas a los charlatanes, que parecen dispuestos a alargar la sensación de peligro con escenarios pesimistas o apocalípticos y claro con autoridades proclives a imponer las consabidas restricciones, al control férreo a que se incrementen de manera insoportable los controles y las imposiciones obligatorias del estado, que atentan contra el equilibrio y la salud emocional de las personas, las familias y las instituciones.

Ya basta, NO a los mete miedos.

Pero ¿en quién confiar, si la misma OMS, las farmacéuticas, los gobiernos, los medios de comunicación parecen haber perdido la brújula?.

 

Jorge Mora Varela