El Suicidio Juvenil y la Responsabilidad Social

El suicidio Juvenil y la Responsabilidad Social.

 

La globalización ha generado una serie de cambios rápidos, radicales e impensados que han afectado la calidad de vida de los seres humanos, de manera especial de los jóvenes, pues les presentan un panorama con más incertidumbres que certezas respecto al futuro y cuya manifestación más evidente son los suicidios ocurridos en la Ciudad de Tulcán en los primeros meses del año 2013.

La formación que reciben los niños en sus hogares forma caracteres histéricos y con poca resistencia a la frustración, a la publicidad y a la cultura de masas que les genera hábitos de consumo y modelos de vida ajenas y que no se pueden asimilar, con un comportamiento individual que los aísla, con familias, escuelas, colegios, iglesias o autoridades que pretenden lograr un comportamiento social, cultural, espiritual y cívico diseñado por cada uno de ellos, aunque lo hagan a control remoto, desde sus oficinas donde trabajan todo el día, pero utópicamente controlados a través del celular, los e-mail, los mensajes de texto, el internet o la televisión.

Cuando las instituciones que tienen responsabilidad social, como las familias, las educativas, las religiosas, la públicas, las privadas, no apoyan a sus jóvenes, no los protegen, permiten el abuso y la discriminación, los vuelve incapaces de adaptarse a las nuevas exigencias sociales que les toca vivir, entonces los potenciales suicidas suelen ser aquellos que se sienten muy solos en este mundo.

Sobre todo a aquellos que carecen de integración social o a aquellos que en su vida carecen de un marco normativo de reglas sociales no son interiorizadas y/o aceptadas como propias por parte del individuo y que frente a tal vacío existencial llega a sacrificar su vida en honor a quien el cree, acepta o admira aunque sea ajeno a su realidad.

Entonces el suicidio se manifiesta como un grito desesperado contra la familia, la escuela, el trabajo, el espacio espiritual o el espacio afectivo, de donde no tiene respuesta y entonces la muerte representa una represalia o la revancha tras el abandono, la soledad, el fracaso o la falta de identidad, de reconocimiento o de aceptación.

LA RESPONSABILIDAD SOCIAL

Frente a los acontecimientos ocurridos en la Ciudad de Tulcán respecto a los suicidios, la colectividad debe generar espacios de reflexión – acción, para atacar de raíz y al largo plazo este fenómeno doloroso, que tiene presencia en el mundo entero, pero no por eso menos importante en nuestra ciudad.

Aplaudo la marcha de los jóvenes, como una manifestación de concientización y de pertenencia de la vida. Debo hacer un cálido llamado a las familias para que se organicen y generen espacios de diálogo, de frente a temas tan sensibles, pero fundamentales para el sano funcionamiento de la sociedad.

Estoy convencido que la educación debe tener como eje transversal el fortalecimiento de la identidad cultural en sus niños, a través del conocimiento de nuestra música, literatura y costumbres que son los pilares de nuestra cultura, para formar ciudadanos orgullosos, de ser y de pertenecer a un pueblo grande y hermoso.

Hago un llamado a las instituciones religiosas, para que se comprometan a generar para los jóvenes espacios de participación creativa, solidaria y comprometida con sus semejantes, que den sentido a la vida a través del compromiso con los otros, para construir colectivos sociales fuertes y dinámicos.

Además de un cordial pedido a las autoridades civiles y a la empresa privada para que se priorice la creación de espacios públicos integrales como la mejor inversión que asegure vida participativa, comunitaria, con sentido de pertenencia colectiva.

Estoy seguro que si todos los actores sociales participamos con responsabilidad civil y con generosidad, podremos evitar la muerte de los jóvenes, que nos lastima en lo más profundo de nuestro ser tulcaneño, carchense y ecuatoriano.

Jorge Mora Varela