Anéctodas y memorias - Blanca Flor Bolaños Ayala

Anéctodas y memorias - Blanca Flor Bolaños Ayala

 

Mi nombre es BLANCA FLOR BOLAÑOS AYALA, tengo 72 años

(La visité en su casa en Tulcán y nos sentamos en el taller en donde atesoraba una antigua máquina de coser marca Singer, “me la compró mi papá” dijo, luego entendería que a través de ese regalo él se redimía de tantos desaciertos con su hija. Nos sentamos frente a una pared llena de fotografías como nunca vi otra y le propuse hacer una instantánea dándome un testimonio de su comunidad y contándome su vida, no para colgarla en la pared sino para ponerla en un álbum de historias de la frontera, ella ríe como la niña que fue hace mucho. Su casa es alegre, sus nietas son bellas, sus manos son generosas. Viajamos al Mirador de los Pastos en sueños y regresamos enriquecidos al presente, como un designio, como una promesa de la felicidad que se ha cumplido).

"Mi papá se llamaba Marco Tulio Bolaños Oliva y mi mamá Carmela Ayala Chamorro."

Cuando se sintió enfermo mi papá nos repartió la herencia a todos, es por eso que tenemos un pedacito de tierra en el “Mirador de los Pastos” antes llamado “El Barrial”, lo recuerdo lleno de árboles, de chilca y marco, era un montecito, algunos lo vendieron, pero a mí me gustó porque ahí nací, por eso lo conservo.

Me veo en mi niñez cuando jugábamos a la pájara pinta y a otras rondas con mis vecinos. Vivimos con mis abuelitos por parte de mi papá.

Eran buenos, eran pequeñitos, mi abuelita era Ursulina Oliva y mi abuelito Félix Bolaños, decían que eran de Sapuyes del sitio Malaver en Nariño Colombia.

A mi abuelito le gustaba entrar donde mi mami porque apetecía del morocho con leche que preparaba, ella madrugaba para ordeñar las vacas que tenía mi papá y utilizaba la leche para el morocho y el arroz de cebada, en cambio mi papá acostumbraba a matar un borrego para atenderles a mis abuelos y esa sangre nos hacía tomar a nosotros y yo me la tomaba cruda no sé para qué, pero lo hacía.

Los abuelos no se llevaban, “este viejo sentado en la silla y alzada la pierna (cruzada) esperando que esté el café y que lo llame” decía ella que andaba en la chagrita, viendo si han cortado la cebada o si ya está de coger la papa chaucha, entonces llevaba para cocinar, en cambio el abuelo era mandón y esperaba que lo sirvan, la abuela decía “con este palo le voy a dar”, no sé si le daría (Blanca Flor se ríe).

La casa tenía cuatro cuartos ellos mandaban los dos, el tío Julio en uno y nosotros en uno también, verá allí mismo teníamos las camas y se cocinaba con leña “era una horroridad, no sé qué le pasaba a mi papá porque tenía una linda casa en la planada que la botó, pienso que a mi mamá le faltó decir, aquí mis hijas están mal, vámonos a vivir en esa casa, allá mis hijos van a estar mejor”, sin embargo mi papá era muy autoritario, lo que él pensaba tenía que hacerse y punto.

Mi abuelita era médica.

Recuerdo que cuando estaba en la escuela con una vecina nos comimos moridera y sancia parecidas a los mortiños, nos sentamos ahí a chupar y después nos sentimos mareadas cosas que el mundo se movía y ella nos curó.

Cuando nos dolía el estómago nos decía “tomen esta agüita”, era como médica ella utilizaba únicamente las hierbas del huerto en donde sembraba también alimentos como la cebolla, la col y además tenía sus flores ornamentales.

Para la toz nos daba la flor de la verbena seis en infusión, la borraja con leche y el tilo, para las gripes nos ponía un mentol que era para los niños creo que se llamaba vick vaporub; para el estómago el agua de manzanilla o las tres ramitas de chilca y tres ramitas de chicoria en infusión o la flor de alejandría en infusión que son unas rosas rojas y sale el agüita colorada; el paico machacado sacándole el zumo se toma una copita para las lombrices, antes sufríamos con lombrices; la yerba buena también se la machaca y se exprime una cucharita en ayunas se toma para que salgan todos los bichos; la manzanilla se toma con bicarbonato cuando da cólico y no le recibe la comida.

Ella podía “sobar las cuerdas” y trataba el reumatismo. Curaba el espanto de los niños, “les sobaba la barriga para subir el cuajo decía, que el cuajo esta caído, nos fregaba y nos subía”. Si alguien en una caída se zafaba, ella misma le curaba sin nada de ir al hospital.

Lo que se comía.

La variedad de papa preferida era la chaucha porque se hace molo y se pone en las comidas para que espese, el maíz en cambio se comía más en choclo. En el campo se sembraba principalmente el trigo y la cebada, ¿no ve que de la cebada se saca el arroz y la máchica y del trigo las tortillas, la “sopa chorriada” y otras tantas cosas más?, llevábamos cargada la cebada y el trigo al molino de don Efraín Murillo cerca de Rumichaca.

Mi mami cocinaba la sopa de fideo en una olla grande porque comíamos hartos hijos y peones, en otra olla ponía papa, choclo, habas, melloco y las ocas, todo era con cáscara. Nos daba en un plato grande las papitas, la porción de habitas, melloquitos, recuerdo que mi hermana pequeñita a veces decía “yo no quiero esas ocas estoy aburrida de esas ocas” y mi papá como era bravo decía “póngale otro plato”.

Las tareas de los hijos.

Junto a mis tres primeros hermanos Hernando, Flavio y Fabiola nos tocaba ir a traer el agua, la leña y a cuidar el ganado, fuimos los que sufrimos con mi papá, él nos daba tres fuetazos en el trasero cuando desobedecíamos.

Cuando mi mamá y mi papá regresaban de traer el mercado llegaban a la casa en taxi o en una carreta de caballos, yo me quedaba cocinando y atendiendo a mis hermanitos pequeños, fuimos trece hermanos y yo la mayor, cuando el bebé que lloraba mucho lloraba con él ya que mis papás se demoraban a veces hasta las 5 de la tarde.

En aquel tiempo cocinábamos con leña que la cargábamos desde abajo cerca del molino del abuelito Lino Ayala, toda la loma nos subíamos, no sé cómo resistí.

La agüita la sacábamos del pozo utilizando cinco sogas porque es hondísimo (20 brazas), pero cuando mi tío que era el dueño estaba de a buenas nos daba, si no íbamos al pozo donde don Plinio cargando un pondo con una jigra a la espalda, tejida con cabuya “coquiada”, era el trabajo de todos los días porque mi papá tenía peones y había que cocinarles porque ellos sembraban los terrenos. Resulta que el pozo del que mi tío no nos dejaba tomar ahora está en mi herencia.

La vida es injusta con una doble moral, una para el hombre y otra para la mujer.

Fui madre soltera y viví una historia tremenda, cuando ya me iba a enfermar (dar a luz) mi papá no me perdonaba por nada, entonces me llevaron a donde mi tío Fidel, luego fueron mis abuelitos por parte de mi mami, Lino Ayala y Sofía Chamorro, a hablar con mi papá para que me perdone a decirle que yo no soy la única mujer que he fracasado en el mundo y respondió que no me perdonaba, después fue un primito que le hizo ver que como padre nos dio mal ejemplo buscando otra mujer y teniendo hijos con ella y que a mi mamita la hizo sufrir, entonces tanto hacer me perdonó.

Estudié modistería.

En la “Escuela Simón Rodríguez” en Urbina estuve de primero a cuarto grado, luego estudié cuatro años modistería en la “Escuela 11 de abril” de esa parroquia, en ese tiempo había más pobladores, pero ahora está abandonada.

Mi mamita se levantaba a las 5 de la mañana nos bañaba y peinaba y daba de tomar el café, luego sacábamos las ovejas y las vacas y nos íbamos a la escuela con los animales dando la vuelta por El Barrial porque el tío Julio no nos daba permiso de bajar por su terreno.

Todo era a pie, la carretera era estrecha con matorrales por eso era sombría hoy es ancha, es diferente, asi llegábamos a la escuela después de dejar las vacas amarradas en el potrero.

A mis hermanos varones les tocaba duro porque debían llevar las vacas al corral para hacerlas dormir a las seis de la tarde, en cambio nosotros íbamos a traer agua, leña para dejarle a mi madre para que cocine.

En ese tiempo eran dos jornadas en la escuela, nos mandaban a las 12 del día a almorzar y a las dos de la tarde ya debíamos regresar a clases y a las 6 de la tarde salíamos a la casa, pero cuando llegábamos al almuerzo lavábamos los platos o molíamos morocho.

Mi papá a la hora de la comida decía les voy a contar un cuento a todos y nos narraba las historias, un momento muy entretenido que hasta ahora lo añoro, es que en ese tiempo no había ni radio, ni televisión. Recién cuando terminé de estudiar modistería compré un radio para tenerlo escondido, porque a mi papá no le gustaba, solo después de algunos años un hermanito llevó un televisor y entonces si miraba las noticias, pero cuando a mí me gustaba el radio él no quería nada.

Una vez graduada empecé a trabajar en Pupiales enseñando modistería y en nuestra comunidad, luego trabajé con Carmela Chamorro la mejor modista de la ciudad de Tulcán y permanecí ahí siete años para educar a mi hija, después pasé a la Guardería Infantil que se inauguró tras del Colegio Bolívar y allá trabajé 25 años.

Las familias de la comunidad.

Eran las siguientes: La familia Guerrero, Paucar, Ayala, Martínez, Ibarra, Tenganán, Tiracás, Serranos, Argoti, Goyes, Cuastumal que se cambiaron a Yépez. La familia Jácome, Almeida, Guerrero o “Los Pinios”, alado vivía don Ricardo con el Luchito y doña Lucrecia, el Ricardo es hermano de Pinio, la Lucrecita es hija de don Ricardo, el Luchito es hijo de la Lucrecita. Doña Laura Paucar y el marido Higuera. Abajo cerca del rio Tajamar mi abuelito de parte de mi mami Lino Ayala.

Mis tíos por parte de mi papá son Carmen, Julio Félix, José Ignacio, Marco Fidel, Isabel Bolaños, que había muerto joven.

De los Ayala hermanos de mi abuelito tenemos el finado Alfonso Ayala y la mujer Esther Coral, las hijas eran Martica, Rosita Ayala Coral, que vivían por la casa de abajo en el rio cerca del molino. Las familias más conocidas eran Ayala, Bolaños y Guerrero.

El molino de agua de don Lino Ayala.

Ahora está lleno de ramas apenas se ve una pared en donde hay la famosa historia del duende. Yo nunca vi nada, no me salió la viuda ni el duende ni nada, yo iba a lavar la ropa solita con mis maletas de ropa, en cambio mis hermanos Flavio y Hernando decían que sale el “guagua llorón” y “la viuda” porque ellos permanecían con el ganado ahí.

No alcancé a ver el molino funcionando, digo porque en cierta ocasión debido a un problema con mi tío Julio mi papá nos llevó al molino a vivir, cosa que yo sufrí como pocas cosas, porque era una casa abandonada, creo que luego que arreglaron los problemas regresamos a ese mismo lugar en donde vivíamos con la abuelita Ursulina al cuarto que era cocina, camas y todo, creo que mi papá fue lo que se dice “mamero”.

El Arco Iris.

Cuando íbamos a la escuela siempre tenía miedo del arcoíris porque decían que dejaba embarazadas a las muchachas, decían que hay que cortarlo rápido haciendo unas tres cruces y que el arco iris se va, sería verdad sería mentira.

En ese bosque de don Plinio que lo destruyeron cuando vino la pana para Rumichaca siempre sabía estar el arcoíris, yo le tenía miedo entonces me iba por el lindero sin entrar al bosque, yo le tenía terror a ese arco iris, incluso ahora a veces cuando veo un arco iris le digo: “A voz te tenía miedo cuando era niña, te voy a cortar”.

A mí no me gustaban las fiestas.

Era horrible pelar cuyes, gallinas, mataban los borregos y teníamos que lavar esa menudencia, qué aburrimiento para mí que era la primera de 13 hijos aunque en la otra mujer de apellido Ayala tuvo a Milton, Erasmo, Miguel que ya es fallecido, la mujercita decían que la habían vendido a un gringo, total tuvo cuatro hijos más.

Recuerdo que cada mes me gustaba asear la casa llevaba sabanas cobijas y sobrecamas al río Carchi por donde es la Fatimita (capilla de la Virgen de Fátima) para allá abajito, cerca de la peña blanca, por la propiedad de los Martínez que ahora pasan todos los caballos con contrabando y en donde hay una bonita playa, allí lavaba y secaba, recuerdo que mi pobre madre me llevaba el almuerzo y venía trayendo ropa.

¡Nada que se apareció el duende, ni nada, ni un hombre se apareció! (risas). Me daban serenatas en mi casa eso sí.

A mi papá le dieron la construcción de la Concha Acustica del Parque Ayora porque trabajaba como contratista en el municipio con el señor Wilfrido Lucero y toda clase de obras inclusive el empedrado de calles, sin embargo, cuando le sobraba materiales los regalaba a los vecinos y nunca hizo una buena casa para nosotros.

En la comunidad El Mirador de los Pastos las personas mueren por la edad, alrededor de los 90 años generalmente y totalmente lúcidos, por otra parte, las enfermedades más comunes son el cáncer gástrico, reumatismo, artritis y las gripes.

Finalmente pienso que no era necesario hacer otra vía a Rumichaca, que debían hacer simplemente una ampliación de la vía existente porque dañaron los terrenos con los taludes inmensos, lo que agravó la falta de agua de la comunidad porque se secaron los pozos. En la comunidad habían cuatro pozos, uno en la planada, otro en nuestra propiedad, otro en donde los Guerreros ahora de la señora Raquel Vallejo y otro en donde don Guillermo Argoti.

 

Fin


(Entrevista realizada en el mes de julio del 2020)

 

Fotografías: Ramiro Cabrera R.

 

Proyecto auspiciado por la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Carchi. "Anecdotas y memorias contadas por los abuelos de la frontera norte" Antropólogo Ramiro Cabrera, Gestor Cultural.