EL CAMPANILISMO, LA DIVERSIDAD Y EL COSTO SOCIAL

Las crónicas cuentan que el "campanile" o campanario del pueblo “tenía que ser” más alto que el del vecino.

EL CAMPANILISMO, LA DIVERSIDAD Y EL COSTO SOCIAL

El campanilismo es una palabra italiana que define el afecto y la defensa ciega por la propia ciudad, por sus costumbres y tradiciones, que se manifiesta por el odio, la burla y la envidia, hacia los habitantes de las otras localidades.

En el Ecuador lo definimos como “regionalismo”, pero creo que tiene que ver con las mentalidades pequeñas, estrechas, limitadas y acomplejadas de quienes NO pueden aceptar que más allá de sus fronteras haya personas que podrían ser mejores que ellos; NO pueden aceptar la diversidad que fluye por todas partes, por efecto de la mundialización en este escenario de globalización.

Los pueblos tienen maneras de ser, de pensar y de actuar particulares que son válidas, todos tenemos formas y maneras de ser diferentes y debemos interactuar en el mundo interconectado y diverso.

En países o regiones “intercultural y plurinacionales” como el Ecuador y Latinoamérica, por su naturaleza demográfica, las manifestaciones culturales son “megadiversas”, significa que cada grupo se expresa de forma particular, imposible de uniformar en una sola forma de actuar frente a los avatares como la “pandemia” del 2020.

Por esta razón, NO es posible meter a las poblaciones bajo la única norma de las autoridades de salud. Somos diversos, ahí está la riqueza, pero ahí está el problema.

No se puede esperar razonar de la misma manera. Ahí está la riqueza y ahí está el gran problema.

Entonces la fuerza pública entra en dificultades, porque no puede uniformar el comportamiento general, las autoridades no pueden lograr los grandes acuerdos sociales básicos que permitan minimizar el tiempo que se necesita para volver al país a la normalidad.

Las autoridades, el sistema económico, el sector productivo, la comunidad en general deben entender estas limitaciones y medir el costo en todas sus manifestaciones:

O extendemos el tiempo de confinamiento, hasta que este país compuesto por grupos interculturales y plurinacionales” entren en confinamiento real efectivo y seguro, o

Volvemos a la vida “normal” en calles, oficinas, mercados, parques, estadios, escuelas, colegios, universidades, a costa de dejar que la selección natural decida quienes sobrevivirán o quienes no.

Difícil disyuntiva, que debería irse pensando, porque pasan los días y las autoridades no dan señales de que hacer, entre la urgencia de sobrevivir, conservar el trabajo, aferrarse a la vida o dejarse morir.

 

Jorge Mora Varela