EL VALOR DE LA CULTURA

Durante los tiempos críticos de la Segunda Guerra Mundial, el Congreso del Reino Unido le propuso al controvertido político Británico Winston Churchill, destinar el presupuesto de la cultura al presupuesto de la guerra. Este se negó, porque sabía que su pueblo se debilitaría, si no sabía por qué lucha o por qué se esfuerza y se sacrifica.

 

EL VALOR DE LA CULTURA

 

Coincido con el amigo tulcaneño Berlen Mora, quien comentó en redes sociales “Disfrutar otras culturas, como una manera de concienciar nuestra cultura” y comparto de manera absoluta este criterio.

Una condición básica para mirar a los otros, es eliminar de cualquier razonamiento las palabras “bueno o malo”, “mejor o peor”, “más o menos”

Es un ejercicio interesante, enriquecedor y en ocasiones sorprendente, mirar los modos y maneras como viven otros pueblos, cargados con sus propias historias, producto de la dinámica del mundo en hechos con frecuencia circunstanciales que los marcaron y estos a su vez modificaron de manera definitiva la vida de otros pueblos cercanos o tan lejanos que parecería imposible que pudiesen influir y determinar la vida de otros pueblos lejanos.

Las evidencias científicas dicen que los pueblos de la Mesopotamia, de la Anatolia, del Nilo, de la Judea, del mundo Greco o del Imperio Romano, construyeron los cimientos del mundo occidental del cual los americanos somos parte, porque al nuevo mundo llegaron los españoles y con ellos arribó todo un constructo socio cultural, construido en miles de años, que manifiesta y se manifestará en la cultura pasada, presente y futura.

Nuestros conceptos filosóficos, políticos, económicos, teológicos, religiosos, éticos, científicos vienen del mundo donde conjugan Europa, Asia y África.

La ideas de dios, de la vida, de la muerte, de la reproducción, de la convivencia en ciudades, de democracia, de oraciones, del credo, del padre nuestro, del cielo, del infierno, de la riqueza, de la pobreza, las aceptamos, las vivimos y las compartimos.

Es indudable que el mundo indígena nos dio a los americanos características propias, pero la fuerza de la colonización fue tan determinante y por esta razón es preponderante.

Deseo exponer un par de ideas de algunos pueblos mantienen sus propias características y quiero expresarlas alrededor de una emoción:

El pueblo de Israel me indigna, porque alrededor de la idea de que es “el pueblo elegido” y de tener una mirada permisiva y cómplice de las potencias de occidente, impone una política de ocupación y de agresiones despiadadas a quien pueda oponerse a sus intenciones geopolíticas.

El pueblo de Palestina me genera un sentimiento de solidaridad, porque es la víctima de sus propios errores, de su intransigencia y de la falta de inteligencia para entender el momento geopolítico posterior a la segunda guerra mundial y de la imposición agresiva de los poderosos que tratan de pagar con sus posesiones antiguas, una deuda compleja, ignominiosa y milenaria con el pueblo Judío.

El pueblo de Jordania me sorprende, por su capacidad para convertir en oro los tesoros escondidos del mundo antiguo, con un fuerte apoyo a la educación formal con los que pueden superar las condiciones difíciles a los que lo somete el desierto.

El pueblo de Egipto, me enoja, porque no es capaz de hacer honor a la grandeza de los tiempos faraónicos y se debate entre el descuido, la suciedad y la pobreza en medio de las riquezas monumentales que les regaló la antigüedad.

El pueblo de Turquía me admira, por su orden, decisión y disciplina, para avanzar, para mantener ciudades limpias, ordenadas, pujantes. Caminar por sus calles, permite entender el temor de la Unión Europea para aceptarlo como uno de sus miembros, porque en poco tiempo tomaría el liderazgo.

Me resulta sorprendente la fuerza del Judaísmo por su fortaleza y disciplina. La fuerza creciente del Islam, por su convicción y disciplina, ante la presencia tibia del Cristianismo, que va por el camino del ocaso y la extinción en estas tierras donde nació hace dos milenios.

En estos pueblos que “saben lo que son” y sobre todo “saben lo que NO son”, sus culturas son determinantes para su supervivencia y su expansión.

Y desde estos balcones lejanos, me permite mirar y pensar en nuestros propios pueblos y preguntarme, los ecuatorianos, ¿quiénes somos?, ¿quiénes NO somos?, ¿cuál es el alma de nuestros pueblos?, en la medida en que podamos responder a estas demandas fundamentales, sabremos que estamos en el camino que avanza hacia donde nuestras convicciones nos lo impongan, caso contrario vagaremos por los siglos de los siglos hacia la nada.

 

Jorge Mora Varela