LOS FINADOS EN MIRA

LOS FINADOS EN MIRA

(Para mantener en la memoria)

Según la Historia, el Día de Difuntos, fue instituido en los monasterios cluniacenses, allá por el año 998, fue generalizada entre los campesinos europeos.

En Latinoamérica, en el Día de Difuntos o Día de Muertos se realizan varios rituales como ofrendas de comida, bebidas y flores. Este día es celebrado a nivel mundial, con un mismo objetivo: los Difuntos, pero en cada lugar tiene diferentes connotaciones culturales.

Para el caso de Mira, las costumbres que se vienen manteniendo durante muchos años son: la preparación del Champús y el Pan de Finados, la visita al cementerio a dejar ofrendas florales en las tumbas, adornarlas con tarjetas y asistir a la Misa de Difuntos que se celebra en el Cementerio de Mira el día 2 de noviembre.

Como principal actividad desde épocas inmemoriales está la preparación del Pan de Finados que en cada uno de los hogares se lo hace de manera diferente, conforme se ha aprendido de las abuelas, es por eso que no se han puesto de acuerdo y en cada casa se menciona “que el pan más sabroso es el que hace o hacía mamita”; para lo cual tienen que realizar muchas labores preliminares como: escoger el trigo, llevarlo a molino para hacer la harina, elemento principal en la fabricación del pan especialmente las botadas o mestizos y las empanadas de carne; también moler el maíz que sirve para hacer el “condume” de sal y de dulce para las botadas y hacer las paspas y las quesadillas.

Además si se emplea el horno de barro, se tiene que conseguir la leña preferentemente de espino, las pencas, los escubillos que sirven de combustible para “quemar el horno”, cortar las ramas de chilca para hacer la escoba con la que se barrerá el horno y que quedará expedito para meter las latas de pan; lavar las canastas, los manteles, el tablero (mesa exclusiva en la que se amasa el pan), limpiar las latas, hacer la manteca de puerco en forma casera comprando unto y tocino o en su defecto comprar la manteca de puerco y la mantequilla elaborada de la leche de vaca; antiguamente en casi todos los hogares mireños, con ocho días de anticipación, mataban el puerco para obtener la carne y la manteca; aprovisionarse de huevos, mejor si son de “gallina de campo”, harina “Flor”, carne de puerco y cebolla larga para hacer el “condume” de las empanadas, bancos de panela o dulce, en fin todo un ritual de adquisiciones para la elaboración del pan, que para estas fechas tiene un sabor especial.

Los panes que se elaboran en los hogares que se mantienen estas costumbres son: Pan de huevo, buñuelos, botadas con “condume” de sal y de dulce, empanadas con “condume” de carne de puerco, quesadillas, “roscas” hechas con masa de sal y masa de dulce; para las niñas de la casa se hacen muñecas de pan y para los niños borregos, a los que se rellenan en sus panzas con el “condume” de las empanadas, ambos decorados con masa negra hecha con el tizne u hollín que hay en la boca del horno y si es masa de color, pintada ahora con colorantes vegetales.

Para la elaboración del Champús, también es un ritual un poco largo: con algunos días de anticipación se coloca la harina de maíz chancado en una olla de barro o pondo a la que se agrega agua caliente para que se “acede” o fermente, se cambia de agua y se va moviendo el acedo todos los días con la mano o con una cuchara de palo durante este tiempo; para cocinar esta colada, se saca este fermento, se muele, se cierne y se coloca en una paila de bronce, se cocina con leña durante mucho tiempo, siempre revolviendo para que no se asiente, cuando ya haya rebajado más o menos el tanto de “unos cuatro dedos” del filo de la paila, es porque el champús está listo; con anticipación, se lavan y secan bien las hierbas que perfumarán esta colada: cedrón, limoncillo, hoja de naranja, mejorana, arrayán; además se prepara la miel de panela perfumada con especias: canela, clavo de olor, ishpingo, pimienta de dulce; también se pela el mote preferentemente de maíz blanco y se le “tilca” es decir se saca el corazón, luego se le cocina para ser puesto en el champús.

Cuando el champús está cocinado, se le saca en recipientes en los que están ya colocadas las hierbas aromáticas, luego se agrega el mote cocinado y para servir se prepara el tanto que va a ser consumido agregándole la miel, de manera que quede una colada agradable al paladar de las personas que así lo degustan.

Estas costumbres se mantienen hasta hoy en nuestra casa, son heredadas de la mamita Rosita Ruales Montalvo, nuestra bisabuelita que ella a su vez heredó de su madre y su abuela y que permanecen vivas en la memoria de mamita Fabiola.

A comienzos y durante el siglo anterior, en Mira existían apenas tres hornos de barro, el de nuestra casa era uno de ellos, la gente con quince días de anticipación solicitaban “turno” para hacer “Los Finados”, unas personas escogían hacer en el día y otras en la noche, de manera que el horno estaba ocupado todo el tiempo, unas familias entraban y otras salían; cabe anotar que mientras se hacían las diferentes clases de panes y preferentemente caída la noche, los mayores de la casa se ponían a contar las leyendas del pueblo como la de “Las Voladoras” para el caso de Mira, los cuentos, las anécdotas de su vida como la sacada de las huacas, los viajes que realizaban a pie o arriando unas cuantas bestias con provisiones alimenticias, o ganado que lo transportaban a la ciudad de Quito o a los latifundios que los hacendados de Mira tenían en otros lugares de la Sierra ecuatoriana, de las compras que tenían que hacer en las ciudades de Ibarra, de Otavalo por supuesto a las que llegaban después de caminar por varias horas, del trabajo en la construcción del ferrocarril Ibarra - San Lorenzo, del trabajo duro de los mireños en las diferentes haciendas que circundaban la región, de la sacada de la cabuya, de la recogida de la leña, de la siembra y cosecha del algodón, de la recogida de “los tres días” para la celebración de la Semana Santa, especialmente con productos del valle, del trueque que hacían en los pueblos aledaños a Mira, así por ejemplo, llevaban arepas de camote a Ingüeza y de allá traían papas, a El Hato de Mira llevaban paspas, ají, cigarrillos, cadejos de cabuya, atados de dulce y de allá traían papas, mellocos, ocas, trigo, cebada, nabos, habas tiernas y secas, es decir se aprovisionaban de la comida para buena parte del año.

Con la modernidad, estos hornos fueron derrumbados, dando paso a los hornos de gas y eléctricos, también el champús ha sido sustituido por la colada morada, que de paso, bien hecha, toma varios días en prepararla y también es un manjar para los sentidos.

También en Mira no habían molinos, los mireños tenían que viajar a San Isidro y a El Ángel a moler el trigo, el maíz, la cebada para el arroz y para el aco (harina de cebada) lo hacían en grupo, se iban a pie y la carga la llevaban en burro o a caballo, salían de Mira en la madrugada y caminaban esta larga distancia, llevaban avío o cucabe para saciar el hambre del camino, algunas veces aprovechaban para vender la harina especialmente la de maíz porque en San Isidro y El Ángel no había este cereal, con el producto de la venta venían comprando algunas novedades para la casa como platos de china, hilos para tejer tapetes, entre otras cosas, en esos molinos también tenían días señalados porque acudían de varias partes especialmente en época DE FINADOS.

Como no contaban con levadura como ahora, aprovechaban el “concho de la chicha de jora” que servía como ingrediente para leudar el pan, acá en Mira, habían personas especialistas que lo preparaban y las cuales abastecían a las amas de casa que amasaban.

La harina es cernida en cedazo y algunas veces “floriada” esto es cernida por segunda vez para que quede más fina y hacer los manjares apetecidos.

También mi tía Zoilita, hacía muñecas y borregos de “pan bendito” es decir de un preparado hecho con “harina flor” y agua, estas figuras eran pintadas con purpurina, anilinas diluidas en esencias como la de plátano; los borregos eran tan pequeños como la uña del dedo meñique, a esta figura se le colocaba un alfiler para que los jóvenes lo luzcan como prendedor en su solapa, con el dinero ganado en esta actividad se daba limosna a la entrada del cementerio al sacristán que pedía el óvolo con dos recipientes una para el vino y el otro para “las almas”, para esta devoción era la limosna.

Importante: es la época en la que se reúne la familia para hacer estos potajes, especialmente el Pan de Finados, que juntamente con el champús, serán compartidos con los familiares, vecinos y convidados que vienen a Mira a visitar las tumbas de sus antepasados.

 

panes de la producción de este año 2020

 

Pan elaborado manualmente por Fabiolita Muñoz, Rosa Cecilia Ramírez y Lourdes Muñoz Nov/2020

 

Por: Rosa Cecilia Ramírez Muñoz