En este año la temporada de lluvia fue larga e intensa, como pocas veces había sucedido; sobre la ciudad llovía casi de manera permanente y su fuerza se incrementaba de improviso. La tempestad venía acompañada con descargas eléctricas que se sucedían con ritmo frenético, esto marcaba en el horizonte un paisaje tétrico y al mismo tiempo cautivante.
Yo estaba solo en casa e intentaba trabajar un texto en mi ordenador, pero parecía una tarea imposible, se sentía un ambiente pesado y un ruido intenso que me incomodaba; de pronto me pareció sentir como que los muebles tenían vida y se movían, en ese instante se me erizó la piel, pero al mirarlos con detenimiento, todo parecía estar normal.
EL CARPINTERO Y LOS DUENDES DE TOCTIUCO
I
En compañía de mi esposa nos dirigíamos al almacén de muebles más exclusivo de la gran ciudad, algunos amigos nos habían comentado que allí se comercializaban unos muebles bellísimos, diferentes, que rompían con las líneas convencionales y que podían embellecer todos los ambientes de la casa de una manera artística.
Allí la oferta de muebles era amplia y maravillosa, fuimos deleitándonos con las exhibiciones, mientras hacíamos cuentas entre nuestras necesidades y el presupuesto exorbitante del lugar exclusivo.
Al salir de la mueblería, me quedé mirando como un grupo de hombres de pequeña estatura descargaban de un enorme camión un sinfín de muebles, listos para la exhibición, me hice a un lado para permitir que ingresen al local comercial.
Pero la realidad del siglo XXI pone en entredicho las maneras de cómo se “adquieren los conocimientos”, la manera como aprenden las personas nacidas en este siglo, ellos obedecen al modelo de la espiral recurrente, se desarrolla en ambientes de hipertextos, multimediales, con una cantidad gigantes de imágenes, links, libros digitales y que está en las manos de los jóvenes en sus teléfonos inteligentes, con acceso continuo y permanente al internet.
Por ello para quienes administran la educación es prudente mirar las nuevas formas de adquirir el conocimiento, esta realidad exige no perder de vista la selección y el orden de los contenidos, para que se ajusten a las transformaciones económicas, sociales y culturales, promovidas y sostenidas por el modelo político, globalizado e interconectado, en espacios intersubjetivos, complejos y con frecuencia contradictorios, impulsados por el desarrollo tecnológico y con la aparición de movimientos artísticos como el dadaísmo y el surrealismo, que cuestionaron los cánones artísticos vigentes, esto permite reivindicar y defender el automatismo psíquico del ser humano.
En este momento de la historia que se desarrolla en escenarios geopolíticos, interconectados y por ello vinculados con tramas simbólicas de culturas globales y particulares a la vez. Un ejemplo que ilustra esta nueva realidad lo ofrece la misma literatura latinoamericana con “La Rayuela” de Cortázar (1963), que proporciona un texto multidireccional, que libera al lector y le ofrece una serie de recorridos posibles. Con ello tiene la posibilidad de un “contra relato”.
Entonces surge una manera nueva de leer y de escribir, de imaginar y de pensar, al que le incorpora el azar y lo imprevisto, entonces el educando tiene la posibilidad de participar en la selección y adecuación de los contenidos en forma de problemas a resolver o proyectos a desarrollar en cooperación con otros, con los cuales se comunica, intercambia y cuestiona, en un escenario de red.
La cultura del siglo XXI, transcurre entre redes, con recorridos divergentes, esto produce profundas transformaciones socioculturales, psicológicas y pedagógicas, en la que si el docente y sobre todo las instituciones no las entiende y las asimila se producirá una serie de relaciones conflictivas. Por ello creo que como decisión política institucional, los planes y programas curriculares deben repensarse, tanto en la selección de los contenidos y su organización, para encontrar formas idóneas de comunicarse, interactuar y acercase a los otros, que debe ser imperativo de la educación en y para el futuro.
La realidad de los nuevos tiempos crea una nueva racionalidad educativa que exige pensar otras maneras de organizar, aplicar y distribuir el conocimiento de forma conectada, crítica y creativa, el de la espiral recurrente.
Jorge Mora Varela