TULCÁN A MI MANERA

Para describir a mi pueblo NO necesito adjetivos ni adverbios.

TULCÁN A MI MANERA

 

Al otro lado del monte,

como si permaneciese de espaldas a la patria,

escondido entre las nubes,

entre los vientos y el frio,

permanece mi pueblo,

en silencio y en vigilia.

 

Sus calles y sus plazas,

olvidadas de la historia,

tienen prisionera la memoria,

cautiva entre sus cañadas,

donde no llegará jamás la brisa del mar,

ni los ocasos del sol en el océano.

 

Pródigo sin mirar a quien,

y sin temor a la muerte,

deja trashumar la vida,

tranquila y en silencio,

abre sus puertas como un vaivén,

es su manera de enseñar la libertad,

o que deja yacer a sus muertos,

a quieren permanecer con él.

 

Ni las gélidas mañanas, ni la lluvia,

pueden detener los pasos,

de los hombres que caminan,

ni de las mujeres que desuellan,

y que se juntan al atardecer,

para amarse y soñar de a dos.

 

Los muchachos sueñan,

con una quimera que les ha robado el sueño,

que rompe para siempre su niñez,

y que les marcará la vida,

para desear,

para soñar,

para irse muy lejos,

y para tal vez para jamás volver.

 

Y los viejos sueñan con morirse en pie,                

sin miedos y sin culpas,

en el mundo hecho para ellos,

el único con la obligación de conocerse,

ese que terminaba en los límites del monte,

ese que protege su felicidad.

 

Jorge Mora Varela