La Meche
Son las tres y media de la madrugada, Mercedes apaga el despertador y empuja las cobijas a un lado, se levanta, automáticamente va a la cocina y prepara un café muy cargado, camina a la cama de su hija, Alexandra, la despierta con un beso porque hoy tendrá que acompañarla a trabajar. Ropa abrigada y zapatos cómodos, a las cuatro madre e hija están listas para subir al pequeño y viejo automóvil que aguarda en la vereda de su casa pues en ese barrio no hay espacios para garajes.
Toman el camino hacia las dos fincas qué ahora sirven de paso a Colombia, llevan una lista de pedidos de todos los conocidos de Tulcán, Ibarra y Quito.
La Meche, como le decimos de cariño, hizo esos recorridos por todos los pasos de a pie hasta que consiguió que su padrino le prestara un carrito maltrecho pero que le ayudó a levantarse luego que el marido la abandono en plena pandemia y la dejó con una hija pequeña a cuestas y un montón de deudas que pagar.