HUGO Y SU MONTAÑA

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HUGO Y SU MONTAÑA

Es difícil predecir las compañías que Hugo va a tener para adentrarse y visitar a su amada montaña, mi amigo tiene la magia para sorprendernos una y otra y otra vez.

La montaña sabe del juego y participa de este pacto, por esta razón nunca es la misma, se prepara para cada ocasión, entonces, a veces se oculta, o permite mirarla y admirarla, silba, ventea, se aleja, te abriga o te congela, a su manera protege a sus amigos, oculta sus abisales cañadas, para alejar el miedo de los que les temen a las alturas o te regala unos cuantos segundos para otear el paisaje y te sorprende con sus colores y paisajes.

 

La montaña es, agreste, compleja, aventurera, atemorizadora, acogedora, retadora, sugestiva, tentadora, tímida, hermosa y Hugo la entiende y la respeta y los dos tienen un pacto de amistad y de amor a su manera.

 

Creo que la montaña se adapta a las potencialidades de cada uno, porque la he visto ser exigente con los fuertes e irreverentes, pero también ser dócil y amigable con los débiles, con los temerosos o con los niños, a los cuales también les permite y les regala el placer de la cima.

 

Y Hugo tiene la libertad para presentarla a los nuevos amigos, a aquellos que la visitan por primera vez. El juego es simple, ella se oculta en la neblina, los visitantes no la ven y Hugo empieza a caminar en apariencia hacia la obscuridad y de a poco la montaña deja ver los pequeños hilos de agua dónde nacen los ríos que corren por las laderas y que en algún momento deberán morir en el mar, sus flancos, sus murallas, las pequeñas lagunas, las rocas en vertical, la cima, el cielo infinito.

 

Esta vez se vistió de blanco, para recibir a los invitados de su amigo, lucía elegante, encantadora y no necesariamente fácil, un reto a la altura de los visitantes, para que en su retina y en su mente se llevasen un recuerdo inolvidable.

 

Una curiosa manera de cultivar la amistad, entre el hombre, la montaña y sus amigos.

 

Jorge Mora Varela