Parque Isidro Ayora

Parque Isidro Ayora

Dadas las condiciones topográficas de la ciudad, a inicios del siglo XX las autoridades locales hablaban de construir un nuevo barrio en el Ejido Norte de Tulcán.

La urbe se extendía en la falda noroccidental de la colina Santiago y la plaza principal estaba apenas rodeada de casas y edificios vetustos.

El terremoto de 1923 causó graves daños, por lo que los habitantes norteños confluyeron en la tesis de que Tulcán necesitaba reedificarse en el Ejido Norte, por ser una zona plana y segura.

El 22 de diciembre de 1926 el Presidente Provisional de la República, Isidro Ayora, en Sesión Solemne organizada por el Ilustre Concejo Municipal, del cual era presidente don Julio Martínez Acosta, hizo público el deseo del Gobierno Nacional de contribuir a la construcción de la nueva ciudad en el sector norte.

Plazas de la Independecia

Plaza de la Independecia.

La plaza de la Independencia es uno de los lugares más importantes de la ciudad, no solamente porque está rodeada de las Instituciones Públicas relevantes de la jurisdicción, sino, porque es uno de los lugares más antiguos de Tulcán y ha sido escenario de importantes eventos políticos, sociales y culturales.

Esta plaza fue albergue del patíbulo, plaza de mercado, gallera, patio de prácticas para el ejército, campo de batalla, entre muchas otras funciones que le dieran los tulcaneños a lo largo de aproximadamente 300 años.

De datos aportados por Alejandro Mera en su libro Monografía de Tulcán, conocemos que la ciudad se pobló desde las primeras décadas del S. XVII. Sin embargo en los registros de la Curia se cita como tal desde 1691.

Para entonces la plaza principal era el sector central de la urbe, la ciudad se extendía desde allí hacia la loma de Santiago por las calles de “Tras de la Iglesia” (Olmedo) y la calle de la “Plazuela” (Sucre). En los registros históricos consta que las casas a su alrededor eran escasas hasta dos siglos después.

La plaza principal dejó de llamarse así a partir del 6 de enero de 1919, fecha en la que se inauguró la estatua de La Libertad, colocada en su pedestal en diciembre de 1918.

Teatro Lemarie

Teatro Lemarie

En 1930 el libanés Pablo Lemarie mandó construir el teatro que lleva su nombre y el Hotel Granados con dos arquitectos graduados en Florencia (Italia).

Aulestia y Butinone fueron los encargados de diseñar la sala de cine, sus exteriores y los aposentos del hotel.

En esta construcción predomina la piedra, traída de Ibarra, cortada en forma rectangular y numerada; los albañiles y maestros vinieron de San Antonio de Ibarra también, únicamente a colocar los cantos de acuerdo a su numeración.

La arquitectura y la forma de construcción eran muy peculiares para la época a juicio de Carlos Vallejo, vecino del teatro.  

En la cima de la fachada se esculpieron dos sirenas que han mirado desde lo alto la transformación de la ciudad y la expansión del casco urbano hacia el norte y occidente.

A decir de muchos ciudadanos que aún recuerdan haber disfrutado de los espectáculos en ese escenario, la magia de la nueva construcción y las películas hicieron de cierta época un recuerdo inolvidable.

Terremoto de 1923

Terremoto de 1923

Tulcaneños acampan en el ejido norte (parque Ayora) después del terremoto

 

Del 13 al 20 de diciembre de 1923 se registraron varios movimientos sísmicos en la frontera Ecuatoriana Colombiana.

El daño ocurrió en un área relativamente pequeña, situada entre las poblaciones de Ipiales y Tulcán, las ciudades más golpeadas por los sismos fueron: Cumbal, Chiles, Aldana, Túquerres, Ipiales del lado colombiano, Tulcán, Tufiño, Chiles, El Ángel del lado ecuatoriano, pero su intensidad se hizo sentir hasta Pasto en Colombia.

Aunque los daños fueron considerados menores en el resto del país, se registraron 3000 víctimas y 20.000 habitantes se quedaron sin techo, para la época la mayor parte de construcciones en la ciudad eran de adobe y sucumbieron al primer movimiento telúrico registrado en esta jornada.

QUIERO ECHAR AL TACHO EL SISTEMA EDUCATIVO PARA REINVENTARLO DE OTRA MANERA

Los sucesos nacionales y sus expresiones grotescas que se dan a conocer sin empacho, ni vergüenza en la vida cotidiana, en los noticieros de radio y en la TV, reflejan de cuerpo entero el rostro de la educación y la cultura de los ecuatorianos.

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Es evidente que la educación, marca el comportamiento privado y público de los actores sociales, que son producto de los que se enseña en los hogares, la escuela, el colegio y las universidades del país.

Y aparece como denominador común una serie de manifestaciones que demuestran que los paradigmas con el cual nos educamos son un fracaso, en todos los órdenes, sean estos familiares, comunitarios, cívicos, políticos, sociales o culturales.

Entonces como explicamos los niveles generalizados y normalizados de violencia, corrupción, exclusión, incapacidad para la creatividad, inhabilidad para el trabajo solidario y cooperativo, con comportamientos civiles erráticos, que terminan con la difícil e insegura convivencia ciudadana en ciudades caóticas, anti estéticas, disfuncionales y olor a orines.