LA IMPORTANCIA DE SANTIFICARLOS A LOS QUE GANAN, DE SATANIZARLOS A LOS QUE PIERDEN.

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LA IMPORTANCIA DE SANTIFICARLOS A LOS QUE GANAN, DE SATANIZARLOS A LOS QUE PIERDEN.

 

Esta estrategia es más vieja que el hambre, embellecer, magnificar, heroificar, eternizar y volver incuestionables las victorias es necesario atribuirles a los que triunfan todos los elogios posibles reales o ficticios.

Al mismo tiempo se deben afear, apocar, minimizar, empobrecer y envilecer a los contrincantes, igual con deméritos reales o ficticios, es el tonto útil a quien culpar de algo, de cualquier cosa.

Esa es la clave, para los que vencen deben levantarse monumentos, cantos, poemas, odas, pinturas, condecoraciones.

Y para los que pierden hay que encontrarles defectos, bajezas, traiciones, conspiraciones.

Esta estrategia es más vieja que el hambre, pero funciona en las victorias militares, en las victorias políticas, en las deportivas, en la permanencia de las religiones hay que disponer de dios y el diablo.

Esta estrategia permite larga, larguísima vida a los que triunfan y promocionan a cualquier costo sus victorias, al tiempo que satanizan a sus derrotados.

Y estos hechos maquillados de esta manera se vuelven verdades incuestionables, dogmas de fe, son tan ciertas que ponerlas en duda se convierte en herejías que deberían pagarse con la muerte de quien ose ponerlas en duda.

Traigo estos razonamientos para intentar leer la historia “sin maquillajes”, más real, más creíble, más humana.

Cuando contienden dos combatientes, NO se enfrentan “el bien y el mal”, eso es propio de los libros sagrados, eso es de Hollywood, eso es de literatura barata y que ha cimentado sus raícen es el inconsciente colectivo a quien basta señalarle quien es el bueno y quien es el malo y ya está. Fin de la historia.

Vieja como el hambre, pero efectiva, navegar entre dios y el diablo, entre buenos y malos entre triunfadores y vencidos.

Los malos eran los romanos, buenos los israelitas; malo Nerón, buenos los cristianos; malos los judíos que había que meterlos en un gueto o exterminarlos, bueno el Nazismo; malos los colonizadores de América, bueno el militarismo criollo; buenos los indígenas, malo Colón; malo el Zar Nicolás II de Rusia, buena la revolución Bolchevique, malo Stalin, bueno Kruschev, malo Batista en Cuba, buena la revolución de Fidel. Malo cualquiera que, con su maldad, sirva para embellecer la victoria de otro.

En el mundo doméstico y de estos días: malo el gobierno y bueno, glorioso heroico, inolvidable, monumental, gigante, ejemplarizador, el triunfo de Carapaz. La victoria del deportista carchense luce sola, no necesita de artificios, ni de culpables para lucir mejor.

Ni tanto ni cuánto; solo que cuando alguien toca lo “intocable” se podría levantar la Santa Inquisición y me podría llevar al fuego por hereje.

Sin embargo, antes de ser llevado a la hoguera bárbara me gustaría soñar que en algún momento de reescriban los libros de historia desde una posición más equilibrada, dónde se busquen y se miren los puntos de vista de todos sus actores, solo entonces la historia le hará un poco de justicia al ser humano y podremos mirar el mundo de otra manera, más transparente, más creíble, más real.

 

Jorge Mora Varela.