Rvdo. Edison Augusto Landázuri

RVDO. EDISON AUGUSTO LANDÁZURI

 

50 años de sacerdocio inteligente al frente de la Parroquia “La Dolorosa” de la ciudad de Tulcán.

 

Los queridos amigos me extendieron la invitación para acompañar a nuestro amigo el “Padre Edison” a celebrar sus cincuenta años de vida sacerdotal.

Mientras me iba acercando a la ciudad, mi mente recordaba una serie de hechos y vivencias, inolvidables, profundas y transformadoras, que me permitían entender la trascendencia del Padre Edison Augusto Landázuri al frente de la Parroquia “La Dolorosa” de la Ciudad de Tulcán durante medio siglo.

Y lo que resalta en mis recuerdos es que su trabajo, lo hizo con inteligencia, con una aguda capacidad de observación de las personas, de sus características culturales, de sus limitaciones, del conocimiento la ciudad misma, de su historia y su contexto socio económico como zona de frontera.

Los detalles de la vida, logros y méritos del Padre Edison, se plasmaron de manera impecable en un folleto, con la investigación del intelectual tulcaneño Ramiro Robles, que le aporta de manera significativa a la memoria histórica de la ciudad y la provincia con uno de sus hijos sobresalientes.

Sin embargo, a mí, me faltaban los ¿por qué?, de la manera de actuar de este hombre nacido en un encantador escenario rural de la Provincia del Carchi.

 

La observación y la inteligencia.

En su juventud, el Padre Edison jugaba el ecuavóley y lo hacía como ponedor; su juego era elegante, pausado, preciso, parecía que la bola iba a dónde él estaba y podía colocarla dónde sus contrincantes no podían llegar. Cuando jugaba, lo observaba con atención a sus contrincantes y parecía que sabía lo que ellos estaban pensando y lo que iban a hacer. Mientras lo miraba jugar, tuve la certeza que el joven sacerdote era un hombre con una capacidad de observación e inteligencia sorprendente y superior.

 

Si no van los hombres, pon mujeres.

En la mentalidad del pueblo, las mujeres tenían una mejor actitud para cultivar su espíritu, pero a los hombres no les interesaba reunirse para reflexionar, pensar o comprometerse con las cosas del espíritu o los proyectos sociales y menos espirituales.

Entonces se le ocurrió una de sus primeras genialidades: Para que vayan los hombres, había que poner mujeres. Y así funcionó, los hombres llegaron atraídos por la presencia femenina, pero se engancharon con la propuesta formativa del observador y astuto sacerdote joven.

 

Los pueblos de frontera, dinámicos y diversos.

La ciudad fronteriza de Tulcán, desde el inicio de su vida republicana había luchado entre la vivacidad, capacidad emprendedora y espíritu extrovertido de los colombianos y la timidez, cierta ingenuidad y abandono de los pueblos carchenses en el Ecuador, entonces decidió apoyar al naciente cooperativismo de ahorro y crédito que nació con el auspicio de la institución Iglesia Católica, como una manera exitosa para combatir la pobreza y la fragilidad de los tulcaneños y con esta herramienta de colaboración comunitaria, los ciudadanos de Tulcán encontraron una fuente efectiva de financiamiento que les permitía sobrevivir y educar a sus hijos.

 

Para unir a las personas, ofréceles intereses comunes.

Una de las características de la población del norte del Ecuador, es su capacidad de trabajo individual o familiar, buenos para la minga, pero sin fuertes lazos de cohesión social de largo plazo, sino a través de los intereses comunes, eso explica la longevidad de instituciones como la “Sociedad Obrera”, entonces había que desarrollar propuestas que permitan la creación de grupos que coincidan con una filosofía de vida común al permitirles identificarse con intereses comunes. Entonces para los adultos en un inicio de la ciudad de Tulcán, calzó de manera adecuada, la propuesta española de la década de 1.940, el “Movimiento de Cursillos de Cristiandad (MCC)”.

Esta propuesta innovadora en la primera mitad del siglo XX en España, abrió la posibilidad de reunir a grupos de hombre y de mujeres alrededor de un modelo de formación humano-cristiana y construir espacios de reflexión contextualizada, capaces de vencer la barrera del tiempo.

Por esta razón para mí fue sobrecogedor, mirar a los primeros cursillistas de Tulcán, a quienes se nota el paso del tiempo, pero unidos, con un evidente crecimiento intelectual y espiritual, alegres, comprometidos, como yo los recuerdo desde siempre.

 

Muchachos y muchachas solos en la montaña: Los campamentos de formación.

La propuesta revolucionaria en el Tulcán conservador del siglo XX, llevar a jóvenes hombres y mujeres juntos, una semana a la montaña a pensar sobre sí mismos, su familia, el entorno dónde viven y crecen.

Caminar, descubrir, lavar platos y ollas gigantes, arreglar sus camas, organizarse, lograr acuerdos comunes y construir amistades que traspasan la barrera del tiempo, ante el asombro y la desconfianza de la ciudad que estaba lejos de los movimientos de “contracultura” que decostruían y modificaban el mundo de cara a la posmodernidad desde centros urbanos como Londres, París, San Francisco, Nueva York entre tantos y la parroquia “La Dolorosa” del Padre Edison en Tulcán y las misas con guitarras eléctricas y baterías, campamentos mixtos lejos de la ciudad estaban a la par de los signos de los tiempos que avizoraban tiempos de postmodernidad en del mundo globalizado y mundializado.

 

La confesión comunitaria y el respeto al ser.

Ir a “La Dolorosa”, permitía pensar, reflexionar y ejercer la libertad, una muestra de aquello eran las confesiones comunitarias, donde el Padre Edison terminaba la ceremonia diciendo: “Quedan libres de pecado, en la medida de mis posibilidades y en la medida que cada uno de ustedes lo necesite”.

Con Edison entendí el concepto de “Ser llamado por mi nombre”, respetado, potencializado, yo NO recuerdo ni una sola oportunidad en que me pida “cambiar” por alguien diferente a mí mismo.

Entonces tiene sentido la anécdota del genio del renacimiento italiano Miguel Ángel, que decía que el “Liberó a la Piedad” del bloque de mármol donde estaba encarcelada. Cuando la escuché por primera vez me parecía una respuesta creativa, pero falsa, una tomadura de pelo del sobresaliente artista medieval a la gente común.

Pero dada la actitud de respeto al ser y lo que el Padre Edison hizo con cada uno de nosotros, la anécdota de Miguel Ángel, podría haber sido verdad, si hubiese trabajado con personas como lo hizo el sacerdote de la naciente parroquia “La Dolorosa” de Tulcán, liberarnos de las piedras y el polvo que nos impedía ser la mejor versión de nosotros mismos.

 

Los jóvenes, las guitarras eléctricas, las baterías y el rock and roll en las misas.

Las misas en la “Dolorosa” eran multitudinarias y sorprendentes, sobre todo las de “9” los domingos, estaban llenas de jóvenes, hombres y mujeres, de música, de alegría, de familiaridad y de pertenencia, era la misa de la juventud, donde El Padre Edison iba cultivando en cada joven la necesidad de formarse, de desarrollar una fuerte conciencia crítica, de prepararse para asumir los retos que la comunidad le pediría a cada ciudadano en su momento.

Los testimonios de sus amigos así lo demuestran, la ciudad, la provincia y el país lo abrazan y sus huellas son cada vez más diáfanas y visibles.

Gracias querido amigo por “ser”, y en ello influir en nuestras vidas y le tomo la palabra, cuando a la entrada al templo de la Basílica, el 14 de diciembre del año 2.019 aseguró:

 

“Apenas estoy cumpliendo mis primeros cincuenta años de vida sacerdotal y lo mejor está por venir”.

 

Jorge Mora Varela