TULCÁN NO SOLO ES UN SOLDADO DE FRONTERA

La convención Nacional, creó el Cantón Tulcán en la Provincia de Imbabura el 11 de abril de 1851.

 

TULCÁN

NO SOLO ES UN SOLDADO DE FRONTERA, SIN IDENTIDAD Y SIN HISTORIA

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No existe en la historia escrita de Tulcán, registos que hablen  de sus pueblos originarios, que cuente de sus primeros asentamientos, que hable de sus modos de vida primigenios, de sus formas de subsistencia, de sus creencias, de sus saberes, de la manera en que llegaron a estas tierras hace más o menos 10.000 años, de cómo se asentaron y se dispersaron. No porque no existan rastros, sino porque no ha sido objeto de estudio científico.

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Entonces para los pueblos que se asentaron en lo que hoy se llama Tulcán, existen referencias vagas, sin rigor científico, por lo tanto de dudosa validez, con las cuales se ha creado el imaginario cultural tulcaneño con el cual vivimos y en el cual creemos.

 

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La historia oficial y que se ha difundido, cuenta que mediante decreto Legislativo expedido la convención Nacional reunida en Quito, creó el Cantón Tulcán en la Provincia de Imbabura el 9 de abril de 1851, con las parroquias: Tulcán, Huaca, Tusa, Puntal y El Ángel y el Decreto fue sancionado por el Presidente de la República Diego Noboa el 11 de abril del año 1851 y que 29 años después, en el año 1880, se convertiría en la Provincia del Carchi.

Y esto fue hecho en los territorios donde habitaron en tiempos pasados (sin poder delimitar el espacio de tiempo), las culturas preincaicas como la Tuza, Huaca, Tuncahuán, y Capulí y que Tulcán fue el resultado de la reducción de los pueblos aborígenes Tulcanquer y Taques por parte de los españoles en el siglo XVI, que los agruparon para facilitar su adoctrinamiento religioso.

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Los argumentos que se cuentan se tuvieron para motivar la cantonización de Tulcán fueron:

La gran distancia que separaban de la capital de Imbabura, y según lo relatan los libros de historia “la fragosidad de los caminos y los parajes mortíferos”.

La dificultad del cobro del impuesto a la sal que era recogido por un agente recaudador de Ibarra y por la molestia, la indignación y la sublevación de los pueblos sobre todo de Puntal y de Tulcán que se oponían al cobro de este tributo que salía de su gente y no retornaba más.

Sin embargo la guerra con Colombia: el 31 de julio de 1862, me lleva a pensar que la creación del Cantón Tulcán, dada su ubicación geográfica, habilitó el fortalecimiento de las fronteras del joven país Ecuador que nació de forma artificial, precaria y frágil en el año de 1830 cuando se separó de la Gran Colombia.

De hecho la elevación a la categoría de Cantón a la población de Tulcán y sus parroquias, les permite a sus pobladores tener control sobre la administración de justicia, el manejo de los impuestos y el impulso necesario para desarrollarse como ciudad.

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Y lo hace bajo la influencia política del estado central republicano que determina su identidad y su carácter, que se nota por ejemplo en la nomenclatura de sus calles que son iguales a las de cualquier ciudad del Ecuador y tenemos por ejemplo:

La Bolívar, Sucre, Olmedo, Colón, Maldonado, Boyacá, Junín, Pichincha, 10 de Agosto, Tarqui, Rocafuerte, Quito, Veintimilla, entre tantas y tantas como en cualquier ciudad y pueblo del Ecuador, sin preocuparse de las raíces y de la simbología autoctona.

O el nombre de sus parques como el de la “Independencia”, que hace referencia a gesta libertaria del Ecuador o al Parque “Isidro Ayora”, el de la “Concordia” o el Parque “Simón Bolívar”.

Además de la Influencia de la iglesia católica que determina el nombre de sus templos o alguna de las instituciones educativas.

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Por ello debo recordar que “TULCÁN”, NO es solo es un soldado de frontera, sin identidad y sin historia, que NO debe conformarse con la pobre descripción de sus raíces milenarias; que es un pueblo mucho más antiguo que debe ser descubierto, valorado y visibilizado en la nomenclatura de la ciudad.

Por ello me gustaría que en Tulcán se impulsen estudios históricos, arqueológicos, geológicos que posibiliten recuperar el daño a la memoria de estas tierras por el saqueo irresponsable e ignorante de las “huacas” que eran las evidencias de los pueblos antiguos y que se destruyeron sin que exista conciencia del valor histórico de estos vestigios.

La ciencia aplicada a la historia, nos posibilitará entender por qué en estas tierras no hay monumentos ni templos en piedra,  que nos permita entender la mentalidad de los pueblos originarios de los cuales venimos y donde podremos explicar nuestros comportamientos atávicos, para explicar nuestra idiosincrasia, que se refleja en la manera como pensamos y como actuamos frente a los avatares de la vida con rasgos tan particulares que nos identifica como un pueblo sin igual en todo el Ecuador.

Caso contrario nos conformaremos con gritar cada 11 de abril “Viva Tulcán” o cada 19 de noviembre “Viva el Carchi”, con un grito vacío, carente de la validez histórica que nos explique desde la historia porque somos lo que somos.

 

Jorge Mora Varela

Fotografías: Marco Villacorte Fierro