MIKÁN Y LA PAILA DEL DIABLO BELCEBÚ

MIKÁN Y LA PAILA DEL DIABLO BELCEBÚ

(Basada en relatos antiguos del norte del Ecuador)

Por: Ramiro Cabrera Revelo

1. EL ESCAPE DE LA PRISIÓN DEL TÍO PASCUAL.

El gorrión gigante a quien conozco como Paw entiende lo que digo cuando le acaricio sus plumas marrones parecidas a la capa de un príncipe, miro su cabeza moteada con finas plumas rojas que van con su pico oscuro y en sus ojos negros como la obsidiana veo un pequeño reflejo de mi rostro. Mi cabello es café y rizado con un mechón que siempre cae entre mis ojos violetas, pertenezco al Pueblo de las Flores, mi nombre es Mikán. 

Subo al lomo del gorrión para alzar el vuelo y sus alas se abren permitiéndome galopar más cerca del cielo azul, a la libertad. Él trina y trina de alegría. Abajo veo la conmoción que desató mi escapatoria de la horrible prisión en que el tío Pascual me tenía encerrado, oigo a sus guardias desconcertados gritando a toda voz: ¡Se lleva la barra esmeralda! Aferro esta joya que ahora es otra vez mía y suenan dentro mil tambores en el pecho.

- Mi buen amigo, ahora somos dos, Mikán el valiente y Paw el gorrión viajero de los mundos- le digo, pero no es fácil la huida, veo la salida del complejo antiguo resguardada por torres desde donde se disparan redes como atrapamoscas gigantes. ¡Paw cuidado! Grito, al ver estallar una red sobre nosotros, pero gracias a un giro que me puso de cabeza por un terrible instante, recuperamos el vuelo fuera de su alcance.

Otros guardias entre las torres lanzan dardos con cerbatanas sopladas por inmensos fuelles, estamos cada vez más cerca de ser atrapados y pinchados con veneno. Saco la barra esmeralda de una funda de lino de hermosos diseños antiguos, pues debo hacerlo si aprecio la vida, es del tamaño de una espada que crece según las circunstancias, es una joya aguda y mortal que deslumbra con su luz. Apunto a la torre de la catapulta y lanzo mi barra directo al sostén lateral que cruje mientras cede al peso. La barra vuelve a mis manos y sale con impulso a destruir la siguiente y la siguiente. No he perdido el toque y la barra no deja de amar mi brazo. Mis ojos son dos amatistas violetas que destellan con ira tras el mechón que siempre cae en mi frente.

Paw enrumba sus alas con maestría entre la lluvia de dardos. Escucho las trompetas de alarma, visualizo a tío Pascual furibundo, con su barba roja, haciendo gestos de enojo. Pero la imagen se desdibuja y ya no me puedo sostener, parece que el cielo me presionara exprimiéndome la última gota de aliento, miro con terror, en mi pecho descubro un dardo clavado irremediablemente. ¿Será que la muerte viene en esta forma como un dardo de veneno?

En mi mente, una visión nuevamente se repite, la imagen de mi aldea sumergida en el fondo de una laguna bajo un hechizo del demonio Belcebú, y la barra esmeralda que con su toque en el árbol de la vida rompe la magia oscura y la devuelve a la luz del día; la morada del maligno en la caverna bajo el Cerro Negro en donde está prisionera Heylín –la chica que amo, su bella figura y sus ojos de intenso verde- miro la paila de siete orejas, tras de una puerta de metal, allí el demonio cocina los virus que han contaminado la tierra. 

- Paw llévame a tu pueblo que no quiero morir- suplico mientras mi visión se nubla.

 

 

2. RECUERDOS DE LA ALDEA DE LAS FLORES

 

Viajo sobre mi amigo el gorrión gigante Paw, soy Mikan y he sido envenenado por un dardo mientras escapaba de la prisión del tío Pascual y ante mis ojos toda mi vida pasa veloz:

Nuestro pueblo ocupaba una llanura entre dos ríos bullentes y cristalinos al pie de una alta colina de hierba, flores y bosques siempre verdes de días de sol y lluvia parejos que la hacían ideal para vivir. La aldea tenía la forma de un círculo con calles y casas alrededor de un naranjo gigante que para nosotros era el Árbol de la Vida en donde expresábamos nuestro agradecimiento por todos los dones de la existencia. Según decían los ancianos tenía más de mil años.

Las viviendas de piedra y argamasa eran circulares, el techo de fibras vegetales, con un  interior de varios niveles, habitaciones espaciosas, bien iluminadas, ventanas de madera como ruedas de carreta, las cocinas tenían estufa y chimenea y un aroma a tortas y estofados llamaban al hogar. Los hombres en el campo recolectábamos los alimentos y las flores que sembrábamos entre alegres cantos, pues en todo el país nuestra aldea era conocida por las esencias y perfumes que fabricábamos.

Fui un niño feliz con el amor de mis padres y abuelos, pero todo cambió el día que el anciano Zenón en un inusual accidente murió, él cuidaba de nosotros, era el yachac más poderoso de la comarca. Luego lo que temíamos sucedió. En las noches desde las peñas y los ríos que flanqueaban al pueblo, surgían unas sombras con ojos de rubí, cuernos y una boca de lobo para llevarse a los jóvenes más despiertos, fue como arrancarnos las manos del cuerpo y nuestra aldea se convirtió en la más triste. En adelante, ¿quiénes iban a ser nuestros compañeros expertos en los juegos? Desde ese entonces en las noches los adultos hacían turnos para ahuyentar a los maleficios.

Ya no estaba el maestro Zenón que a veces hacía invisible la aldea para que nada malo nos alcanzara. Ahora sus aprendices no podían determinar de qué mundo venían esas sombras a pesar de las ceremonias que realizaban frente a los ídolos de madrera, ofreciéndoles fragantes hierbas. La situación se me hizo insoportable y una mañana salí de casa con la promesa de no volver hasta tener el poder suficiente para enfrentar el mal, tenía apenas once años pero la claridad suficiente para saber lo que debía hacer.

Cuando viré la alta colina que dominaba el paisaje y miré el amplio horizonte, mi corazón dio un brincó de alegría. Debía caminar en la dirección del Este en donde nace el sol dada día, pues sabía que en algún punto encontraría al Pueblo de los Sabios. Recordaba que el Taita Zenón cuando estábamos solos me contaba sus historias asegurándose de grabar en mi mente el lugar en donde aprendió su ciencia, él me dijo que allí podría volverme sabio para así algún día regresar con el poder suficiente a cuidar de la comunidad. Cuando la luna en el cielo se puso llena por tercera vez en el viaje, avisté las primeras señales de la gente que buscaba. Se trataba de los cultivos de hongos mágicos, que según decían eran el alimento preferido de este pueblo de hombres de cabello largo, porte elegante y mujeres hermosas de ojos claros y de piel morena. 

En mi mente veo su Árbol Sagrado de Arrayán con ramas horizontales, las casas sobre los árboles y los puentes colgantes. Allí me hice joven y me enamoré de Heylín la hija del respetado jefe Tepan. Su sonrisa me acompaña en este terrible instante en que me cuesta respirar. ¡Por todos los dioses hoy no puedo morir!

3. PAW EL GORRIÓN VIAJERO DE LOS MUNDOS.

Soy Paw, me conocen como “el viajero de los mundos” porque puedo ser el pequeño gorrión que visita las plazas, pero al pasar por el vórtice del cual somos guardianes, ¡los gorriones de mi nidal podemos ser gigantes!

- El aire es nuestro hermano. ¿Comprendes Mikán que mis trinos son oraciones para llamar su poder y su bendición? Sujétate, te llevaré a mi pueblo, cuento con que mi familia vendrá en nuestro auxilio pues estoy seguro que mi canto ha sido escuchado a través de la distancia.

Recuerdo que cuando te conocí hace seis años me encontraba en la Aldea de los Sabios en el Arrayán Sagrado, charlaba con el jefe Tepan acerca de la profecía de los ancianos y me contaba de un héroe que: “Llegaría desde donde se oculta el sol a buscar sabiduría y reclamará el diamante verde, la Barra Esmeralda”, dijo con voz agorera. Tepan era su guardián, se la había entregado su padre y a él su abuelo y a él su padre, la barra tenía una particularidad: era imposible de levantar para el común de los hombres pues pesaba siete quintales, siete arrobas y siete libras, que sin embargo, para el elegido se haría liviana. Debo decirte que cuando llegaste, por tu porte y edad nadie daba un maní por ti y un día por casualidad, sin saber lo que hacías levantaste la barra al jugar en la maloca y asombraste a todos. ¡Si hiciste algunas piruetas con ella! Así te ganaste el respeto de todos junto al cariño por tu consideración con la gente. ¿Cómo saber que así lo quería el destino y que un niño de once años reclamaría el legendario objeto?

Hace dos días que Tepan me llamó para informarme de un extraño virus que estaba matando la vida del planeta y noticias sobre comunidades humanas exterminadas con una extraña epidemia, además sobre la Aldea de las Flores que había sido encantada y sumergida en el fondo de una laguna. Con gran quebranto y esperanza me contó que su hija Heylín hace una luna había desaparecido mientras recolectaba frutas silvestres en el bosque, y que te ofreciste a buscarla y traerla de vuelta a casa porque conocías que Belcebú la tenía prisionera, ese antiguo demonio vivía en el Cerro Negro discernible a la vista desde tu aldea natal y que tu ambicioso tío Pascual estaba asociado a él como sirviente a cambio de riqueza.  A los diecisiete años mostraste que tenías el valor, la fuerza para cargar la barra esmeralda y el poder de ver en sueños.  

Tepan hace tres días también miró en sus sueños, dijo que estabas prisionero en el Complejo Antiguo en una jaula de hierro y que el diamante verde estaba en una caja en los aposentos de Pascual. Cuando decidí salir en tu ayuda, puso un morral en mi cuello con un frasco con un líquido que ablanda el hierro y un polvo que adormece. Además, pudo discernir algo importantísimo, que a la hora de la siesta todos dormían en aquella prisión.

Cuando a la hora del sopor después del almuerzo llegué volando a la prisión todo estaba silencioso, sobre las tapias y en las torres los guardias dormían, debí darme prisa con los escasos minutos con que contaba para encontrarte. Recorrí uno tras otro los patios cuyos vestigios de una civilización perdida de paredes tatuadas y terrazas desfiguradas se erguían mudas, allí había una jaula suspendida sobre un foso oscuro como boca de serpiente, tenía a un prisionero como si fuera un pájaro, eras tú.

Volé hasta posarme encima y rocié el líquido que suaviza el hierro para romper los barrotes, luego sobre mi espalda te rescaté, regresamos por los patios hasta la entrada principal y nos dirigimos hacia el camarote mejor dispuesto en ese cuartel decadente. El diamante verde estaba en el dormitorio de tu tío y cuando sacábamos la barra esmeralda de una caja al pie de su cama, descubrimos que él tenía amarrada una pierna con una cuerda a la caja. Despertó en ese preciso momento, pero le aspergeé el polvo que me dio Tepan y se adormiló un instante. Por fin logramos salir con nuestro tesoro en medio del revuelo de todos, aunque el precio de esta escapatoria es incierto y espero no sea fatal. ¡Vas herido de muerte amigo! 

Del mal que asola las comunidades solo restamos el Nidal de los gorriones porque somos las aves más resistentes a los virus y el Pueblo de los Sabios de Heylín debido a su poder espiritual. Mikán eres nuestra esperanza, si fracasas, pereceremos también y el tiempo juega en nuestra contra. ¡Mira el desierto en que se ha convertido la tierra! Sujétate fuerte, resiste y escucha mis alas sobre el viento. No te duermas, si lo haces el veneno te llevará a la muerte.

 

4. LA NAVE NODRIZA DE LOS GORRIONES.

Las velas solares en el horizonte de la tarde dan cuerpo a la esperanza, Mikán ya vienen a nuestro rescate, necesitamos pronto estar bajo cubierta porque el aire en la región esta envenenado y necesitaríamos de las máscaras para respirar de continuar la travesía solos.

- Paw, ¡Desfallezco! - dices en un susurro.

- Espera un poco que vamos al encuentro de la nave- te digo con ansias.

Ella se parece a un bergantín volador, con velas, popa y proa, cuerpo de finas y livianas maderas impulsadas por sus células solares. Presurosa Xiomi, gorrión capitán, ordena a la tripulación de aves que abran las compuertas.

- Paw y Mikán, pónganse las máscaras que vamos a fumigarlos, les haremos los exámenes para asegurarnos que no han sido infectados- dio instrucciones Xiomi.

- Gracias ¡eres genial! ya me siento en casa- expresé con las alas cansadas por el titánico esfuerzo, en tanto que Mikan tendido estaba totalmente inconsciente.

- El chico se ha puesto cianótico, es señal que tiene poco oxígeno, debemos llevar a Mikán con la abuela Giralda, nadie como ella para curar los venenos. ¡A toda marcha que espero llegar con algo de luz!- dijo presurosa Xiomi.

- ¡Te lo agradezco Xiomy!- musité tras la máscara de oxígeno que me revitalizaba rápidamente.

Al llegar a nuestro Nidal en medio del antiguo bosque de ciprés que esconde el vórtice secreto- el arco de piedra pulida con inscripciones y dibujos de una antigüedad incalculable, que nos cambia la apariencia para viajar a otros mundos- miré una vez más con apego la región más apacible de cuantas conozco, que quizá por estar tan apartada es de pura vida silvestre y feliz.

Dejamos a Mikán sobre el piso del nido de la abuela Giralda para que le suministre sus hierbas en privado, luego seguramente le agitará sus plumas y danzará. Los minutos se hicieron horas, la tensión insoportable. Deshice una rama con mi pico y arañé en la madera algunos garabatos, hasta que dije, ¡es suficiente! y entré. La abuela de ceño fruncido por la interrupción y con un trino de reproche me obligó a retirarme afuera de su nido. Al fin salió para decirme que Mikán no respondió al tratamiento, que debíamos llevarlo al Manantial de las Rosas o Rosas Pukyu ubicado en el Cerro Batallón.

- La pureza del manantial no ha sido aún tocada por los virus, es un lugar conocido solo por  los antiguos yachac, los más poderosos de toda la comarca y creo es la última esperanza. Al llegar debes cantar esta invocación sagrada, espero que él te escuche- dijo Giralda:

"Con doce cerros mujer, con doce cerros varón, vengo al Manantial de las Rosas, cuidadito, cuidado, que no vengo inútilmente"[i]

Sin perder un minuto nos embarcamos en la nave para viajar hasta aquel hermoso y solitario paraje, a una hora de vuelo llegamos cerca de la cima del cerro con las estrellas en todo su esplendor. Cuando arribamos había muchas luciérnagas y flores perfumadas, se trataba de un manantial como un espejo de agua de una pureza sin par y al cantar la canción tal como nos indicó la abuela apareció un topo con finos bigotes acompañado de una luz que lo rodeaba, parecía un tanto inquieto, pero trataba de ser amable.

- Han cantado la canción de los abuelos para invocar el poder del manantial. Es correcta, ¿qué se les ofrece?, espero que pueda ayudarlos, dijo ceremonioso.

- Traemos a este joven que ha sido herido por un dardo y el veneno no obedece a las medicinas de los gorriones- dijo Xiomi, que le había ganado simpatía al enfermo.

- Vengan, no hay tiempo que perder, vamos a quitarle la ropa para sumergirlo en el manantial, le frotaremos las flores se siete colores y luego debemos orar- ordenó el topo mágico. Xiomi como buena enfermera además de capitán que era, nos fue indicando paso a paso que hacer, ya tenía las flores requeridas y luego de sumergir el cuerpo desnudo de Mikán en las oscuras aguas, procedimos a frotar como un bálsamo con ellas, luego el encantador nos ordenó que debíamos calentarlo con las frazadas de algodón que habíamos dispuesto para llevarlo a la nave y que estaba suspendida en el aire a pocos metros de la superficie.

Al amanecer del nuevo día sorprendente e inusual, Mikán tenía sus mejillas lozanas con su mechón colgando entre los ojos y el mago al mirarlo con la clara luz del día permitió que partiéramos de regreso. De salida le dijimos adiós a todo pulmón con nuestros trinos.

5. MIKÁN VISITA AL TOPO MÁGICO

Cuando abrí los ojos miré la claridad del día con dicha, era una sensación que me inundaba cuando estaba cerca de los gorriones y del pueblo de los sabios. Un delicioso desayuno en un charol me esperaba, además de mi ropa limpia y doblada junto al lecho, me miré desnudo y el pudor calentó mis mejillas, toqué el lugar en donde tuve el dardo, había en mi pecho un pequeño corte, mas no dolía. Tomé el zumo de flores ameladas, el pan de nueces con jalea de capulí, una rareza deliciosa y me vestí.

La puerta del nido circular se abrió para Xiomy y con un trino me dio su saludo, la seguí para encontrarme con la familia de Paw, eran, por cierto, los gorriones más bellos que he conocido y la característica que los diferenciaba de los demás, las finas plumas rojas en su cabeza que les daba un aire de realeza. Paw trinaba en su lenguaje canoro relatándome paso a paso nuestra odisea, sobre todo su grata impresión del topo guardián y del misterioso manantial de cuya existencia de chico le escuche al abuelo Zenón cantar una dulce invocación como un arrullo.

Consulté a Paw y a Xiomi si es que podríamos regresar en la nave a la cima del cerro Batallón. - Quiero agradecerle al guardián personalmente y mirar con mis propios ojos el bendito manantial que salvó mi vida- les pedí. ¡Cuánta gentileza guarda aún el mundo! - pensé- si seres como el mago desaparecieran, las estrellas ya no brillarían igual.

La entusiasta charla con los gorriones hizo que el viaje fuera corto pues sin darnos cuenta ya flotábamos sobre el manantial con las velas de nuestra nave brillando en el azul tempranero. Bajamos a la orilla y fueron las ganas mías o algo me atrajo con su poder para sumergirme, lo cierto es que llevaba la barra pegada a mi mano y era mi guía como si conociera el lugar. El agua tenía una tibieza perfecta, miraba su fondo brillante como un tapiz y a un costado un túnel iluminado. Salí para tomar aire y con prisa me sumergí hacia la pared del túnel que era la entrada a la casa del guardián del manantial.

La luz que tenía el recinto me deslumbró, diría que miles de cristales brillantes en las paredes llevaban el sol hasta ese mundo subterráneo y cuando pude familiarizarme con el piso de granito y los pilares que sostenían las amplias galerías, apareció una cómoda mecedora de mimbre con el topo guardián y su luz propia dándome la bienvenida en una generosa sonrisa. 

- Vengo a darle las gracias por salvar mi vida, maestro- le dije, con reverencia.

Al escucharlo tuve la impresión que sus palabras tenían una precisión única que me hizo entender todo lo que necesitaba saber. Dijo que al mirarme la noche anterior adivinó que yo era el portador de la Barra Esmeralda, un raro diamante verde que llegó de una galaxia lejana y que se enterró como un rayo en las profundidades del manantial y que por ello no dudó en ayudarme. 

- Quienes la encontraron fueron los topos de hace mucho tiempo, de hecho, esa piedra nos pertenece- dijo mirándola en mi mano. Los abuelos topos la dejaron al cuidado del Pueblo de los Sabios que viven en el bosque de los arrayanes y tienen su árbol sagrado, porque el cristal dijo que así lo hicieran. Ahora se entiende que se adelantó para salvar la tierra de su destrucción y retornó como un arma poderosa con un joven humano que sabe manejarla.

El asombroso me mostró una segunda barra, mucho más corta, de color del diamante cristalino par de la primera.

- En su interior guarda las imágenes de todas las especies que se extinguieron- dijo acariciándola y continuó- estas imágenes son como el ADN de todas las especies, pero un ADN de luz que recreará la vida una vez que tú puedas destruir el laboratorio del demonio Belcebú que inocula sus virus a la tierra.

- Debes eliminar la paila de siete orejas y solo entonces te espero aquí, haremos el ritual juntando las dos barras, solo faltan dos días para el equinoccio de primavera, el Paukar Raimi, llamado la Fiesta del Florecimiento que es el momento que el cosmos señala. La tuya es una tarea de sumo peligro y debes estar bien despierto para no caer en engaños, si algo llegara a pasarte habría que esperar otro año, pero eso sería muy tarde y me temo que nadie sobrevivirá- sonó preocupado antes de desaparecer del sofá.

Quise preguntarle cómo debo salvar mi aldea que estaba sumergida en el fondo de la laguna, cómo rescatar a mi enamorada, y si como pensaba, la barra esmeralda guardaba un poder mágico para romper el hechizo de Belcebú y si podría recuperar a todos los jóvenes que se había robado de la aldea. 

Sin embargo, la desaparición del topo, me enfrentaba una vez más a creer en mi intuición como la primera vez que me aventuré al salir de mi aldea solo.

6. UNA ESTRATAGEMA PARA ROMPER EL ENCANTAMIENTO DE LA LAGUNA.

La laguna encantada que escondía la aldea del Pueblo de las Flores lucía desolada. No había más vida en los alrededores que la alegraran, ni aves, ni animales; del paisaje antes verde con árboles frutales y toda clase de cultivos, solo quedaba un tipo de desierto poblado por una planta resistente que se había reproducido como una plaga, su éxito estribaba en que generaba grandes cantidades de polen que volaban como pequeños paracaídas y que a la distancia se asemejaban a una neblina, la planta responsable de aquello era sumamente espinosa y representaba una barrera terrestre para quien quisiera atravesar por el lugar.

A un lado en el Complejo Antiguo de ruinas cubiertas con pencos y tunas estaban las torres de madera apostadas cual espectros gigantes que dominaban el recinto, todo incluida la laguna daban al escenario frio y pavor, fue la prisión de Mikán por casi una luna, razón suficiente para que él se preocupara, puesto que los guardias desde su escapatoria estarían mucho más atentos a no dormir.

Mikán y Paw concibieron un plan con el conocimiento que tenían del lugar, decidieron que en la noche la nave nodriza los acercara lo suficiente sin ser evidentes para saltar a la laguna, Paw se lanzaría en picada abriendo las alas para frenar la caída y Mikán a sus espaldas se lanzaría al agua en el momento justo, luego Paw regresaría a la nave, así lo hicieron cuando todo estuvo oscuro. En el lago, la neblina de polen flotante de las orillas redujo la visibilidad jugando a su favor, con la nave a cientos de metros arriba, Paw saltó al aire llevando a Mikán y cuando casi tocaron el agua éste se lanzó hasta el fondo de aquel pozo usurpador ayudado por la luz verde que brotaba del diamante. 

El   escenario que se encontró era de un aspecto realmente fantasmal de habitantes convertidos en peces en las ventanas de las casas como almas en pena. Avanzó sumergido por la calle principal hasta el Árbol de la Vida y fue triste ver su figura marchita. Mikán  abrazó su rugosa piel como tantas veces había hecho de niño para rezar y agradecer. Era la fuerza natural que debía cobrar vida para romper el encantamiento de la aldea. La barra encendida al fin tocó su tronco y la sabia del árbol volvió a circular como líneas de luz verde y violeta subiendo por las hojas, revitalizando cada una de sus células, hasta que la carga energética se precipito en una explosión de ondas de luz esmeralda que recorrió el fondo lacustre elevando lentamente la aldea a la superficie evaporando la humedad. En su lugar el aire nocturno trajo el perfume de una naturaleza recuperada y el evocar otra vez las flores y aquellos recuerdos de su aldea, tan profundos en el alma, significó un preciado momento en esta victoria. Mikán no se quedó a la celebración, aunque moría por abrazar a sus amados padres, ¡Tantos años sin verlos! Sin embargo, era preciso ganar tiempo y enfrentar a Belcebú. Miró las estrellas del cielo y los ojos tristes de Heylín se dibujaron en su mente. “Voy por ti”, dijo y se terció la barra por la espalda mientras caminaba de prisa cuando una a una las luces de las casas se iban encendiendo en la calle que dejaba el pueblo.

 

7. ENCUENTRO CON UNA VIEJECILLA.

Mikán caminó toda la noche y apenas llegó a las faldas del Cerro Negro, cuando las cimas de las montañas se iluminaron con el sol. En un sitio aún sombrío se abría como boca de lobo la caverna en donde moraba el demonio. A pocos pasos de la entrada había una choza de pilares gruesos y varias hamacas colgadas con un altillo, todo el recinto se miraba solitario. 

Saludó buenos días y nadie contestó, repitió el saludo y nuevamente nadie contestó. Subió por la escalera decidido a mirar en el altillo y se encontró con una viejecilla que se hamaqueaba.

- ¿Por qué no contesta?- preguntó Mikán.

- Mi buen joven es usted un maleducado y voy a castigarlo- dijo la viejecilla parándose rápidamente, propinándole un golpe que lo tumbó al piso, zurrándolo sin pena. Mikán se enojó por la manera en que lo trataba, además la fuerza de la viejecilla era inquietante y si no se defendía podía salir herido.

-Mi buena viejecilla ha sido usted muy mal educada yo le voy a enseñar modales- le dijo siguiéndole el tono. Atajó sus golpes y le propinó algunos también, sin embargo, tanta era la fuerza que tenía la viejecilla que al recibir un golpe incluso lo elevó por los aires. Mikán la golpeó fuerte, pero ella tenía una energía colosal. Se vio en la circunstancia de esforzarse al máximo para vencerla.

- Espere, espere mi buen joven, voy a fumar mi pipa, deme un respiro, usted me ha ganado- dijo la viejecilla al sentir que iba a ser derrotada.

- Fume cuanto quiera- le dijo Mikán. 

La viejecilla se tomó su tiempo y puso la cachimba en la boca, rasgó un fósforo, encendió la cazoleta, sacó mucho humo con su boca soplándole el rostro y durmiéndolo al instante. Cuando Mikán se despertó, sin saber de tiempo ni lugar, algo mareado aún, aquella viejecilla y la barra esmeralda habían desaparecido.

Al verse engañado, fue tanta su conmoción que corrió desesperado hacia la caverna y no descansó hasta que se encontró en un laberinto de túneles totalmente perdido. Pensando en su fracaso y en la confianza de todos sus amigos que él traicionaba por su descuido, le invadió la congoja, por suerte una circunstancia extraña vino en su auxilio. Sucedió que en la oscuridad del camino pisó algo que se movía, era un pequeño diablo como de dos palmos de alto que desconsolado pedía auxilio para que Mikán se moviera y no lo aplastara más, entonces lo atrapó con sus manos. El pequeño rogaba que lo liberara, decía que si su padre Belcebú el jefe de los diablos se enteraba que había abandonado su habitación sin permiso lo castigaría.

Mikán accedió a liberarlo siempre y cuando le dijera en dónde guardaba su padre la barra esmeralda, a lo que el pequeño respondió que la barra era demasiado pesada y que su padre la había escondido bajo unas piedras a la entrada de la cueva, le indicó, además, ¡vaya suerte!, como salir del laberinto. Mikán le dijo que le contara, fingiendo un aire casual, si en aquel mundo había chicas bonitas, a lo que el ingenuo diablillo le dijo que allí estaba cautiva la más bella de la tierra. “No te creo” le respondió Mikán y el pequeño le enseñó un túnel bien iluminado y diferente por lo vistoso, en el que aseguró que se encontraba ella.

Y fue así como gracias a ese diablillo Mikán recuperó la Barra Esmeralda que estaba como dijo el pequeñín, escondida bajo un montículo de rocas y se prometió estar más prevenido al enfrentarse a las viejecillas o cualquier ser de este mundo.

 

8. MIKAN BUSCA A HEYLÍN CON LA BARRA QUE TIENE EL PESO DE DIOS.

Aquel pasadizo que me indicara el diablillo me llevó a un corredor lateral con piso de caoba brillante, de paredes altas y blancas. Allí aparecieron dos puertas silenciosas como sellos guardando un secreto, la una era de oro y la otra de sólida madera. Al abrir la primera encontré una habitación que deslumbraría hasta el más rico de los príncipes, a cada paso aparecían objetos de fino cristal, porcelana y plata, sobre el piso había alfombras de Persia que iban bien con los cojines de colores y las cortinas de seda, en el techo colgaban grandes lámparas de bohemia con destellos de rubíes, de muchos rubíes.

Sentada frente a un espejo iluminado y de espaldas estaba Heylín. Al girarse me miró con una belleza de reina y aunque decía que me esperaba, que estaba ansiosa de compartir conmigo, escondía una desconocida frialdad. Cedí a sus manos que emergían de las mangas de una blusa blanca que colgaba de sus hombros, la tela se abría en su cuello de gacela y se tensaba en sus pechos acunando un collar de perlas en cascada. Me condujo a los cojines despertando el recuerdo de aquella felicidad nuestra, sé que podría vivir una eternidad mirándola, “pero quizá todo esto sea demasiado fácil, muy fácil”, repetía mi mente.

Dejé sus manos, me levanté con un incómodo sentimiento de irrealidad producto de una duda en mi corazón, saliendo al fin y cerrando la puerta con alivio. A unos pasos en el corredor estaba la puerta de madera que contrasta por su simpleza con la anterior, la abrí y miré. Todo era diferente, había una humilde mesa, una cama y unos andamios con jarras de cerámica bellamente decoradas, como un taller de un artesano. Una muchacha se ocupaba de fabricar los objetos y pintar sobre ellos, me detuve en aquel cabello café claro y ondulado, de su perfil inclinado un bello rostro emergió despacio. ¡Es Heylín! Me dije sin duda, su espalda tenía una capa, raída y pobre, pero antes de alcanzarla miré lo que pintaba en la cerámica. ¡Es mi rostro! La abracé con estremecimiento. ¡Que te han hecho! Le dije al descubrir sus ojos ciegos mientras mis brazos entornaban al ser amado para sacarla de inmediato de la prisión. No hay dudas de mi parte y las palabras sobran, pensé, mirando que una alegría infinita la iluminaba.

Dejamos el pasadizo él nos condujo nuevamente al túnel oscuro hasta una piedra plana en que nos sentamos para recuperar el aliento, le dije que ya estaba salvo que la seguiré queriendo sin importarme nada y en mis palabras tenía certeza, como nunca jamás tuve sobre mis sentimientos. Avanzamos despacio por algunas horas casi a tientas, hasta que sentimos que alguien caminaba hacia nosotros, entonces nos detuvimos. Saqué mi barra de su funda y Heylín la tomó también para sostenerse, nos escondimos hasta que los diablos pasaran. La tenía tan cerca, que su rostro rozaba el mío y podía sentir sus labios y su aliento, entonces vi cómo brillaban sus ojos. ¡Ellos cobraron vida! 

- ¡Te veo Mikán! - me dijo. 

- Oraba para que no sucumbieras al engaño y que me escogieras a mí, esa mujer de la puerta de oro era el mismísimo diablo, si eras seducido y te besaba te hubiese matado- comentó con certeza.

 Tomando mi mano me condujo al recinto de Belcebú puesto que conocía el lugar. En la entrada había una enorme puerta de hierro, el mármol blanco del piso contrastaba con la envolvente oscuridad. 

- ¡Abre la puerta, te lo ordeno!, dije con energía. Varias veces pedí seriamente que se me abriera la puerta, pero nadie contestaba. 

- ¡Voy a enseñarte modales mi buena vieja! Le dije sonriente y di un golpazo con la barra encendida y el formidable portón cayó.

- ¡Ay mi buen joven está usted enojado!- dijo la conocida viejecilla, más frágil aún, déjame que me fume mi pipa y luego peleamos, me dijo. Fúmate cuanto quieras, le dije, pero sin darle tiempo a que encienda su mezcla venenosa rápidamente pateé su cachimba y descargue la barra en el hombro de la viejecilla.

- ¡Ay me matas, me matas, suéltame te lo pido, que este peso no lo soporto yo!- rogaba de verdad. Sin levantar el peso del hombro le ordené que nos llevase a la paila de las siete orejas. La vieja cambió de apariencia mostrándose tal cual era, un diablo brillante con sus cachos y rabo, todo colorado, aunque angustiado por el toque de la barra que lo dejaba sin aliento- es que al parecer la barra tenía el peso del mismo Dios- entonces abrió una pequeña puerta de bronce, por la que entramos hasta su laboratorio en donde al fin miré lo que solo en cuento parecía existir: Era una gran paila de bronce bruñida por las manos de los demonios y el uso de los siglos, tenía siete asas en forma de orejas repartidas en su circunferencia y estaba montada en siete pies vivos que obedecían a su amo Belcebú.

 

9. LA PAILA DE SIETE OREJAS Y SUS SECRETOS.

Ya había escuchado antes que existía un objeto semejante pero una cosa es oír y otra es ver. Era real, por las siete orejas había orificios en que se vertían los ingredientes que producían los virus, tenía una cuchara enorme para mezclar y una chimenea a través de la cual salía el veneno al exterior de la tierra. En la habitación apegados a las paredes de mármol rojo grandes armarios metálicos contenían frascos en los que se leían las siguientes etiquetas: ÉBOLA, SARS, GRIPE AVIAR, H1N1, VIH, COVID 19 y otros nombres que por la distancia no distinguí.

El diablo soportaba el dolor que la barra le ocasionaba con su peso, pero yo sabía muy bien que no se arrepentía de nada, ¡era tan vanidoso!, jamás aceptaría que se había equivocado al destruir la maravilla de la creación de la que incluso él mismo era parte. Nunca aceptaría que la naturaleza tenía una belleza inconmensurable y que manipularla era desafiar con banalidad y pequeñez lo que es grandioso y divino.

- La vanidad es una forma horrible de la ignorancia- dijo Heylín.

- ¡Hazlo Mikán destruye la paila!

¿Por qué debo hacerlo con tanta prisa? -le dije y argumenté- quizá sea necesario documentar estos descubrimientos porque un día valdrán mucho para la ciencia y un mar de dudas agitó mi mente.

- ¡No la destruiré! No puedo ser un vulgar ignorante y despreciar lo que puede servir a la ciencia, eso no me lo perdonaría- argüía lejos de mí.

- Destrúyela Mikán, hazlo no tenemos tiempo, por favor- la escuché rogarme. Pero ya no me importaba tanto como antes. Mis ojos eran dos rubís que no eran míos. ¡Estaba poseído!

Heylín arrebató mi barra y por un momento luchamos, la barra increíblemente fue liviana para ella también y golpeó la paila, una y otra vez, una y otra vez, hasta que el sonido me devolvió la razón.

- Debo hacerlo yo Heylín- dije volviendo en mi-. Ella estaba agitada por el terrible esfuerzo y con todas mis fuerzas golpee la paila con la barra. Su sonido vibraba en todo el laboratorio y se me permitió tener una visión de la ciencia del sonido. Las ondas vibratorias reventaban los virus desde dentro en todo el planeta y al parecer el metal de la paila que había sido profanado quería colaborar con el bien que estábamos haciendo, por ello sonaba como un enorme cuenco tibetano cuyas ondas llegaban muy lejos hasta que se fracturó con un quejido en siete pedazos.

El laboratorio y toda la estructura se fracturaba también y pronto sería sepultado por la montaña. ¿Qué quedará de él? Pensé mirando al diablo que estaba aturdido e indefenso. En ese momento recordé a tío Pascual, entonces le dije como si conociera el caso: Devuélveme el contrato que mi tío firmó contigo para entregarte su alma.  Él débilmente me señaló con su mano un pergamino clavado en la pared marmórea, sin más, lo arranqué y rompí en mil pedazos. Reclamé a los que todos pensábamos estarían muertos, a los jóvenes que se llevó de mi aldea muchos años atrás y me señaló una jaula en donde los tenía reducidos como pequeños muñequitos de trapo, con afán abrí los barrotes y los saqué para que recobrasen su forma humana. Salimos del sitio dejando atrás a un ser confundido y torpe, casi inofensivo. 

Recorrimos el túnel a la salida hasta alcanzar la luz, la montaña se asentó y lo sepultó todo, más tuvimos una sorpresa al encontrarnos con el diminuto diablo que al parecer se nos había adelantado y nos esperaba afuera para pedirnos que lo lleváramos. 

- Debes hacer algo útil en señal de tu buen corazón, le dijimos. 

Entonces se transformó ante nuestros ojos en un vistoso ají pequeño de rojo brillante el más picante de todos que en algunas zonas le dicen Piqui Uchu, lo guardamos para sembrar su semilla en un huerto como condimento, en algún momento futuro, luego nos despedimos de los jóvenes libertos que alegres festejaban su fresca libertad.

 

10. EL ADN DE LUZ DEL CRISTAL MÁGICO.

La tierra era más que nunca el hogar que nos acogía y donde soñábamos la existencia, caminábamos con el sol a nuestras espaldas y el viento agitaba nuestros cabellos. Desde una cima alcanzada, se miraba el Cerro Negro que dejábamos y al sur a la distancia estaba el Cerro Batallón hacia donde debíamos llegar.

- Pidamos al sol que podamos estar juntos por siempre- me dijo Heylín.

- Hagámoslo al mismo tiempo- le respondí tomando su cintura y pensé con fe, que el punto era confiar que el rezo se cumplirá. Fue una señal que el viento agitó todo a nuestro alrededor, como una voluntad divina, al menos eso sentí, aunque venía de las alas de Paw que se posaba cerca con su aleteo poderoso y con un trino nos saludaba feliz. Era el viajero confiado en el aire puro que nos invitaba a subir en su espalda, entonces Heylín y yo subimos como pareja. ¿Empezaremos así el siempre juntos?

- Vamos al Manantial de las Rosas- dijo el majestuoso gorrión.

La cima del cerro Batallón parecía la cabeza grafítica de un anciano envuelta en una manta de nubes que relucía bajo el perfecto sol, cuando llegamos al Manantial de las Rosas cerca de la cima sin pensarlo saltamos al agua. Nos aferrábamos al diamante de luz como a un guía que tenía voluntad propia y él nos condujo a la entrada del aposento del Taita Guardián. Una vez dentro de su acogedora sala él esperó a que nuestras ropas se secaran como era costumbre, de milagro y en un minuto, luego habló así:

- Mañana al medio día veremos cómo la sombra de las cosas desaparece cuando el sol esté perpendicular y en su máximo poder, será el equinoccio del 21 de marzo, entonces haremos un ritual de sanación y una nueva era vendrá para la tierra- hizo una breve pausa y con solemnidad continuó:

- Hemos vencido al mal y lo que es muy importante lo hemos hecho a tiempo, pues cada uno cumplió su papel en esta guerra por la vida- sonrió y su felicidad nos contagió. 

- Ahora debo revelarles un gran secreto, se puso ágil y afinó su voz: Todo está escrito en las piedras antiguas desde hace miles de años en lo que los arqueólogos denominan arte rupestre.

Se paró de su sofá y nos condujo a otra galería que tenía sendas pinturas milenarias de hermosos trazos primigenios, allí como un guía en un museo con pasos ligeros, signo tras signo fue contándonos nuestra propia historia: Los cristales que vinieron del cielo, la espiral de la galaxia origen de los cristales, dos pueblos que tenían un árbol sagrado y dos seres hombre y mujer que aferraban un rayo, una pelota con puntitos que devora a las personas y a los animales, la paila de las siete orejas, una laguna encantada, el demonio con cachos y ojos de rubí, un manantial, un taita humano con un sombrero sentado en un banquito. En la penúltima pintura había dos cristales y un arco iris del que salían los animales y los humanos; al final se miraba dos árboles entrelazados junto a un manantial.

- Taita tu eres humano- le dije.

- Mi nombre es Marquitos, curanderito guardián del Manantial de las Rosas y del cerro Batallón- dijo por todo comentario, mientras recobraba la figura de un dulce anciano con un poncho y sombrero de la comunidad otavaleña, cuya calidez era el atributo más sobresaliente en su grandeza.

11. EL RITUAL QUE INAUGURÓ UNA NUEVA ERA.

El día amaneció pronto o nosotros queríamos que la noche no acabara en los aposentos del Taita Marquitos, Heylín reía y yo reía también. Habíamos encontrado una felicidad desconocida y maravillosa al comprobar a cada instante que éramos dos seres compatibles. Sus ojos verdes, mis ojos violetas, su tez bronceada y mi piel morena, su cabello café claro y el mío café oscuro, sus labios hermosos de los cuales brotaban palabras como la miel de las flores.

Llegamos al manantial florido antes del mediodía, el Taita Marquitos se nos había adelantado apoyado en su bordón y su apariencia era el de un anciano con todos los años del mundo, dulce y sereno. Vestía un sombrero blanco y un poncho azul de la comunidad otavaleña de nuestro país, su altar o mesa de curandero estaba tendida sobre la pampa en un mantel blanco en el que aparecían piedritas pulidas por el tiempo y antiguos cristales, a los lados había algunas frutas de ofrenda, en el centro se dibujaba una cruz de brazos iguales con claveles blancos y rojos y en el cruce de las líneas reposaba el diamante blanco.

Frente al altar nos sentamos en la hierba y con una canción empezó su ritual. Era la invocación conocida, la llave para entrar en el amor del mundo, la canción al Manantial Florido o Rosas Pukyu en quichua y al cerrito Batallón. Acomodé la Barra Esmeralda en el altar junto al diamante blanco y se produjo un destello que a primera vista era un reflejo del sol del mediodía, luego se volvió un arco iris que se proyectó del suelo hacia el cielo y se abrió en abanico en todas las direcciones. En el perfecto equinoccio de primavera del 21 de marzo del año 2.020 correspondiente a la era del Quinto Sol según las cuentas de los amautas, cuando el astro rey se alineó perpendicularmente sobre las tierras ecuatoriales, se hizo posible el milagro de revivir el ADN de todas las especies extintas como una genética codificada en fotones. Las imágenes nítidas de luz que tenían guardadas los diamantes cobraron realidad con presencia ante nuestros ojos y se dispersaron a todos los rincones del planeta.

- El final de la extinción llegó- declaró Taita Marquitos con gran conocimiento de lo que hacía, en seguida tomó las naranjas y los plátanos de su altar como alimentos consagrados y nos repartió a los presentes, los gorriones Paw, Xiomi y la abuela Giralda, a Heylín y a mí.

- Comé hijito- me dijo, con un cariño tan indígena y familiar como solía también hacerlo el abuelo Zenón.

Nos levantamos, Heylín sabía lo que debíamos hacer. Al borde del manantial florido o Rosas Pukyu hundimos nuestros pies en la tierra húmeda, silenciosa y materna, ella nos dio la fuerza para elevarnos hacia el cielo y mientras las hojas crecían en el cuerpo, la sabia nueva anudaba un abrazo ya inseparable.

Nos transformamos en dos árboles de arrayán entrelazados, cuya silueta talla mis brazos por su cintura y su pecho con el mío, mi cabeza erguida a las estrellas y la suya en mi mejilla.

Desde este día Taita Marquitos dio por terminada su misión en la tierra como guardián del manantial, un paso que cumplió a cabalidad en su viaje a través de la existencia, y que ahora nos era legado a nosotros como los nuevos aprendices del cerrito Batallón y guardianes del manantial sagrado. 

 

 

EPÍLOGO

El paso del tiempo para los seres plantados en la tierra es lento, dulce y calmo, Heylín y yo seguimos admirándonos mutuamente como el día en que nos conocimos allá en la Aldea de los Sabios, cuando éramos dos chiquillos con el asombro de lo maravilloso.

En cuanto a Paw mi hermano gorrión, no ha dejado de visitarnos un solo día desde que el mundo estuvo al borde de la extinción hace muchos años ya para traernos noticias de los mundos que él visita. Ahora seguramente y con razón se preguntarán, amigos que nos han escuchado, qué pasó con la Barra Esmeralda, de aquel objeto que tenía el peso de Dios, o sea siete quintales, siete arrobas y siete libras; pues en esta mañana, mientras nadábamos con nuestros cuerpos humanos la miramos en el fondo del manantial, estaba iluminando aquel mundo acuático con su inusual luz.  

 

 

FIN

                                                                

i Ilustración de Eduardo Bedoya, las demás ilustraciones son tomadas de la internet. Siendo éste cuento un aporte gratuito para el fomento a la lectura y cultura espero sus propietarios nos disculpen.

ii  Canción tradicional chamánica del gran Taita Marcos Guerrero Túquerres de la comunidad La Calera en la Provincia de Imbabura que partió de este mundo a otro muy bello, será él una bendición en donde esté.