ESTÚPIDOS o POSTMODERNOS

ESTÚPIDOS o POSTMODERNOS

 

Estábamos en el restaurante a la espera que nos sirvieran la comida que habíamos ordenado y me llamó la atención la entrada de una pareja de jóvenes que arribaron al local, cada uno concentrado en el uso de su teléfono inteligente. Fueron de manera directa a una mesa y se sentaron uno frente al otro, el joven le preguntó al mesero:

¿Cuál es la clave del Wi-Fi?, este les respondió, la pareja siguió concentrada, cada uno en su teléfono. Les sirvieron los alimentos, que los ingirieron, mientras seguían con la atención puesta en sus respectivos dispositivos; al final, se levantaron y salieron del local, sin que durante su estancia en el restorán se hayan mirado y sin cruzar ninguna palabra.

Antes de que nosotros abandonásemos el establecimiento, le pregunté al mesero del comportamiento de los jóvenes en referencia y el mesero me explicó que ellos usaban las aplicaciones, que les permitía ordenar y pagar desde el celular.

Tuve la sensación que en ese momento la brecha generacional y sobre todo tecnológica se hacía insalvable, de un lado quienes nos quedamos en el mundo de las palabras pronunciadas con la boca y en el otro lado los que nacieron en la edad de técnica y la tecnología con un modo de pensar ejecutivo, con un lenguaje binario construido con 0 y 1, con un o un no o como máximo un no lo sé.

Parecería ser que vivimos la modernidad con uno de los efectos del Nazismo, donde a los seres humanos no les importan los juicios éticos, ni las reflexiones previas, sino que se vive un imperativo que exige ser eficientes, funcionales y productivos, con habilidad para adaptarse al funcionamiento de las máquinas, sin preocuparse del porqué, sino de hacer bien su trabajo, al igual que los encargados del perfecto funcionamiento de las máquinas de la muerte de Auschwitz, cuando argumentaron que actos fueron hechos en el estricto cumplimiento de órdenes de superiores.

El filósofo Judío Günther Anders (1902-1992), se preocupó de manera preferente por los desafíos éticos que se produjeron a partir de la Segunda Guerra Mundial, en torno a los nuevos problemas que se generan debido al progreso tecnológico y es entonces cuando la técnica gana cada vez más poder sobre el ser humano. Por ello propone tres tesis fundamentales:

El ser humano:

  • no está a la altura del potencial y el alcance de sus productos;
  • produce más de lo que puede imaginarse y responsabilizarse, y
  • cree que todo lo que es capaz de producir puede hacerlo y no sólo eso, debe hacerlo.

En el siglo XXI, marca un punto de quiebre entre quienes al parecer no podríamos sortear la brecha tecnológica y aquellos que entraron a la modernidad de forma abierta y total, sin que se hayan podido evitar una serie de daños colaterales, que rayan entre lo risible y la tragedia y las redes sociales registran con frecuencia despistes, caídas, peleas de enamorados, divorcios por las nuevas formas de infidelidad virtual, para pasar a eventos como estafas, robos por vías electrónicas o como efecto de ellas, hasta llegar a accidentes que han generado heridas graves e inclusive la muerte y que han afectado a terceras personas, por  no tener la capacidad de auto regularse o poner límites en el uso de los dispositivos electrónicos mientras se camina, se conduce o se realizan las tareas propias del trabajo y que exigen el máximo de concentración.

Creo que hoy es más fácil distinguir a quienes nos quedamos en el pasado, porque preferimos caminar, buscar un café y poder conversar, o de los que están preocupados por tener carga en su dispositivo, disponer de saldo, acceder al Wi-Fi o estar buscando Pokemones.

 Jorge Mora Varela

 Fuente Imagen: Internet Facebook